Luminoso (y necesitado) Canto de Alabanza
Sentado en la portada, un muchacho en blue-jeans mira de reojo y en la mira tiene a Mendelssohn. Lo observa, analiza, lo acecha como un gato. Es Pablo Heras-Casado. El inquieto director granadino sabe que el compositor señala un sutil cruce de caminos o mejor, una parada desde donde replantearse cosas. Y la joven batuta – de reciente aplaudida actuación en la New World Symphony de Miami Beach – lleva a buen término esa revisión tan necesaria como necesitada, una refrescante mirada a un Mendelssohn si no trillado, lo opuesto, postergado. Afín a su temperamento, ya lo hizo con la Escocesa y Las Hébridas, aborda ahora la Segunda Sinfonía, ese Canto de Alabanza espléndido, curiosa sinfonía-cantata hoy poco frecuentada compuesta para conmemorar el cuarto centenario de la invención de la imprenta, su significado y consecuencias, sobre textos de esa Biblia que ayudó a propagar.
Como corresponde, Heras-Casado favorece tempi rápidos – quizá tan vertiginosos y danzantes como los del propio Mendelssohn cuando a cargo de 500 ejecutantes la estrenó en la iglesia de Santo Tomás en Leipzig, la misma de la primera Pasión según San Mateo de su amado Bach – y texturas transparentes, aladas, verticales, gentiles, hilvanadas con una precisión elocuente desenfadada y puntillosa, con la urgencia del vendaval propio de la juventud; no por nada el Mendelssohn del estreno y el Heras Casado del registro tienen casi la misma edad. Y ese rasgo se aprecia en su combinación de reflexión y arrojo, en las ansias de quitar el barniz viejo y permitir que asome un sonido mas (paradójicamente), antiguo y al mismo tiempo provisto de inequívoca diafanidad mozartiana.
Entonces, esta oda a la ilustración y la reforma, digna hija de un hombre culto y feliz enamorado de la cultura, representante de la gran tradición que abrazó del Rin al Danubio y que supo rendir tributo no sólo al Beethoven de la Novena sino a Bach, Handel, Schubert y Schumann (y que se proyectaría hasta Brahms, Bruckner, Liszt, Wagner y Mahler), recibe una lectura alejada de aquella injusta banalidad que le achacan; punzante, despojada y fervorosa por un hijo del internet – esa otra imprenta de nuestros días – formado en la música antigua y en la rigurosa tradición coral. Este encuentro a dos vertientes funciona de maravillas y la soberbia orquesta y coros de la radio bávara le responden con nobleza proverbial mientras aportan el necesario peso de la tradición, la buena. Esa misma luminosidad propulsada por el andaluz contagia a las sopranos Christiane Karg y Christina Landshamer – Un destello celestial por madonas de Rafael escribió Robert Schumann para el estreno – y al tenor Michael Schade cuya pregunta “Hüter, ist die Nacht bald hin?” corta la noche de la ignorancia para dar paso a la luz del conocimiento encarnada en el “Die Nacht ist vergangen, der Tag aber herbei gekommen”.
Una versión radiante, sin concesiones, centrada en la belleza intrínseca de la partitura, con la inconfundible luz propia que emana de la austera blancura del cielo europeo del norte y tanto más frontal que otras reverenciables como las de Abbado, Sawallisch y Karajan. Un canto de alabanza que es de afirmación y un registro que aporta el mérito de rescatarla para que se la invite a la sala de concierto tanto como merece. Ojalá esa mirada del director español, desde ese ineludible cruce de caminos, esté anunciando un nuevo amanecer para quien nos recordó que existía un señor llamado Bach.
* MENDELSSOHN, SYMPHONIE 2 LOBGESANG, HERAS-CASADO, HMC 902151