Ehnes + Tree, incandescentes Schubert y Brahms
En una reciente clase magistral, Marilyn Horne sugería a los participantes “No vayan sólo a la ópera, no dejen de ir a recitales, conciertos, oratorios…incluso cuartetos de cuerdas!”. Sabio consejo el de la legendaria mezzo, especialmente por lo último, algo que se confirmó el lunes 27 en una repleta Coral Gables Congregational Church para el comienzo del ciclo 2014-15 de Miami Friends of Chamber Music. Gracias a la música, fue una noche incandescente, un postre tardío para un buen fin de semana que probó a un público absorto que a veces lo mejor queda para el final.
Encargados de este banquete Schubert-Brahms con opíparos resultados, no vale otra definición, fue el Cuarteto Ehnes y el venerable Michael Tree, fundador de, entre otros, el celebérrimo Cuarteto Guarnieri. Liderado por el eximio James Ehnes – una de las estrellas mundiales del violín – el cuarteto que lleva su nombre entregó una versión fenomenal del Rosamunda de Schubert, obra genial y atípica desbordante de evocaciones a sus Lieder, de atmósfera nocturna, incidental, galante y a la vez rústica y no por eso menos dramática e inquietante.
Ese esquivo pero ineludible matiz fue captado desde el vamos por el cuarteto que plasmó un clima misterioso, onírico, donde fue lógico preguntarse qué dimensiones ajenas a los simples mortales percibía ese joven Schubert al que le quedaban apenas cuatro años de vida. Ese mundo de la pregunta sin respuesta de Margarita en la rueca tanto o más enigmática que Schöne Welt, wo bist du? y los sucesivos laberintos schubertianos vía Goethe y sus colegas quedó expuesto con ideal elegancia trágica. Así vertido a casi dos siglos de su estreno vienés, el Rosamunda conservó sus virtudes intactas: puro Schubert.
La noche culminó con otra lectura magistral del cuarteto al que se sumó Michael Tree. Alrededor del veterano violista, a la sombra de este «árbol» de la música se instalaron los cuatro para Brahms y su amado Segundo Quinteto opus 111. Sumatoria de ideas y bocetos sinfónicos para esas quinta y sexta sinfonías que nunca vieron la luz, es Brahms noble y añejo de la mas pura cepa. De hecho, el hamburgués había decidido dejar de componer ya que creía haber entregado todo. No fue el caso, afortunadamente, pero en la torrencial lluvia de ideas que se suceden y juxtaponen en el quinteto, en ese diálogo consigo mismo como diciendo adiós se ve una tempestuosa pintura con todos los colores y posibilidades de la paleta brahmsiana. Los estados de ánimo son infinitos y tanta nostalgia e intensidad dejan sin aliento. Esa intensidad y nostalgia, manejadas con exquisitez proverbial, fueron marca de fábrica de los cinco instrumentistas; el ensamble construyó un largo y constante crescendo que cambió el clima vienés que hasta ese momento había impregnado toda la velada por una urgencia húngara, si cabe el término, presididas por velocidad y precisión inmaculadas. En esa mágica combinación otra vez lograron el objetivo: puro Brahms.
Una velada memorable para una entidad que por la concurrencia en la sala está captando nuevos suscriptores y que confirma una merecida consecuencia por la calidad brindada año tras año. Por otra parte, el producto y sus intérpretes no hicieron más que corroborar el risueño y tan sabio consejo de la diva «…incluso a cuartetos de cuerdas!».
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página oficial de Miami Friends of Chamber Music.