«A esto hemos llegado»: fiel sentencia de un drama

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Kara Shay Thomson – cortesía FGO

A esto hemos llegado…sentencia Magda Sorel en su famosa aria de El cónsul, ópera que concluye la temporada de FGO y que marca el clímax del melodrama de Menotti con alguna que otra semejanza aunque ciertamente menos inoportuna que Vissi d’arte de Tosca. De hecho, el compositor ítalo-americano recurrirá a varios momentos «puccinescos» para matizar una partitura que en este siglo XXI ha perdido parte de la frescura de su estreno hace sesenta y cinco años. El cónsul es un clásico producto americano de los años cincuenta, una ópera sombría que en instancias coquetea con el teatro musical vernáculo y el sensacionalismo verista pero que ha logrado mantener a través del tiempo una suerte de cult-status para un grupo de incondicionales adeptos que aguardan ansiosos las contadas ocasiones en que regresa a un escenario profesional. Vale mencionar que más allá de sus innegables virtudes musicales, lo que en plena era macartista fue desafío, hoy puede emerger vetusto o anodino si no se explotan al máximo los paralelismos actuales con un tema que sigue tan vigente como entonces. 

Con un texto del compositor que oscila entre lo coloquial en los diálogos y lo rebuscado en las arias, en lo musical Menotti no sólo le debe a Puccini y los veristas sino a Kurt Weill, Eugen D’Albert, Erich Korngold, sus colegas contemporáneos americanos y claro, al lirismo de su compañero Samuel Barber, siendo la doliente canción de cuna de la abuela uno de tantos ejemplos. Menotti se permite interrumpir la fluidez del discurso dramático con escenas pesadillescas – amén de otras descriptivas para personajes secundarios – que recargan el aspecto tétrico de la ópera con la curiosa fascinación por lo morboso y fantasmagórico que ya había ejercitado en La médium. La opresión estatal y el ensañamiento de la burocracia lleva a un callejón sin salida a la protagonista que acaba suicidándose no sin antes presenciar un baile macabro producto de su alucinación en una última escena de tercer acto que por lo truculenta es la mas ardua de llevar adelante y en mas de un sentido, la menos convincente. 

En el auge de la guerra fría, ese mundo deshumanizado y ominoso encontró en El cónsul un efectivo catalizador para la audiencia americana de la época. Se sumaron versiones en la televisión en blanco y negro, probando que también funciona en close-ups (así como una filmación austríaca de 1963 dirigida por Rudoph Cartier con Melitta Muszely y un elenco de grandes veteranas, Welitsch y Konetzni incluidas) e incluso hasta mejor que en el escenario. Ópera con influencias del film noir y los dramones del Hollywood dorado, el lenguaje musical de Menotti persigue el efecto o la viñeta y lo consigue; la orquestación ilustra con disonancias o breves solos la acción teatral al pie de la letra. Desde el podio, Andrew Bisantz fue traductor eficaz y detallista de las intenciones del compositor.

El cónsul llega a FGO en una producción de la Opera de Seattle con escenografía de David Gordon iluminada por Kevin Myatt, tanto más lograda en las tenebrosas oficinas consulares de corte kafkiano del segundo y tercer acto que en la casa de Magda de las escenas restantes. En su debut como directora de escena, la doctora Julie Maykowski – directora de administración artística de FGO y directora del programa de jóvenes cantantes de la compañía – apostó a disponer a los intérpretes preferentemente frente al público, solos o en grupos, por sobre utilizar todo el ámbito escenográfico. Muy cómodos en inglés, sus cantantes se desenvolvieron dentro de las convenciones actorales del género lírico para esta pieza de ensamble favorita de compañías regionales donde cada rol por pequeño que sea tiene su momento de lucimiento, mas allá del constante y latente peligro de caer en el estereotipo. Desde el episodio caricaturesco del mago a cargo de Jason Ferrante a la madre italiana por Betsy Díaz, la indolente secretaria de Carla Jablonski, el agente de Tyler Simpson, la Ana Gómez de Rebecca Henriques y otros por integrantes del Young Artist Program conformaron un equipo digno de mención.

En un protagónico que ha sido encarnado por figuras de la talla de Virginia Zeani, Patricia Neway e Inge Borkh, la soprano Kara Shay Thomson compuso una Magda Sorel intensa con el caudal sonoro de su Tosca del año pasado; su gran momento fue Mi hijo ha muerto…Papeles, papeles! del aria A esto hemos llegado; el mas difícil, un final que presenta obstáculos al cantante más experto en el arte de menos es más. La experimentada Victoria Livengood hizo de la madre un aporte de gran valía así como el excelente John Sorel de Keith Phares de recordada actuación en El luto le sienta a Electra de la temporada anterior.

Una curiosa analogía final: El cónsul concluye con una escena parecida a la mencionada Electra del recientemente fallecido Martin Levy, una marcha espectral hacia la tumba, invocando nuevos horizontes, cerrando el capítulo iniciado por la pobre Magda, tan desolada como su A esto hemos llegado

* El Cónsul, FGO, hasta el 16 de mayo en el Arsht Center – http://www.fgo.org

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Victoria Livengood – cortesía FGO