Oscurantismo & bancarrota cultural

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Elbphilharmonie Hamburgo – foto Maxim Schulz

Según una estadística publicada por la Asociación de Orquestas Alemanas (DOV), durante la temporada pasada un 40% mas de público asistió a conciertos y festivales de música clásica que a partidos de fútbol de primera división. También se reportó un aumento del 20% en asistencia y un 10% en cantidad de eventos contabilizado en 13,800 de los cuales 5,800 fueron sinfónico-corales además de un 20% en el incremento de funciones de orquesta dedicadas a educación musical, alrededor de 5.100. Los resultados han sorprendido al mundo, incluído Gerald Mertens, director de la organización, quien afirma “estamos experimentado el principio de una gran renovación en el campo de la música clásica”.

Mas allá de alguna, inevitable polémica o discrepancia que la estadística haya despertado, lo cierto es el compromiso del gobierno alemán reflejado en las palabras de Bernd Neumann, ex ministro de cultura y medios, “La cultura y el arte son las fuerzas motoras de nuestra sociedad” y su dinámica sucesora Monika Grütters. El presupuesto oficial sólo para música es de 2.4 billones de euros con una adición de 400 millones en aportes privados totalizando 2.8, (mas de 3.3 billones de dólares) y en el que se incluye el programa “un instrumento para cada niño” cuyo fondo no proviene de las arcas estatales. 

Como frutilla al postre, en los últimos meses se inauguraron salas de concierto, entre ellas el monumental – y costosísimo Walhalla de Herzog y de Meuron – Elbphilharmonie en Hamburg, el hall de conciertos de Bochum y esta semana el Pierre Boulez Saal de Frank Gehry en Berlin para orgullo de la Academia Barenboim-Said. Quien visite Berlin o alguna otra ciudad comprobará que para los jóvenes alemanes es tan normal asistir a un concierto, ópera o ballet como al cine o teatro, sin contar con la accesibilidad de los precios. Si se quiere o interesa, las puertas están abiertas.

Mientras tanto en costas americanas se rumora la eliminación en el presupuesto del 2018 del NEA, NEH y PBS-NPR, los que totalizan 746 millones de dólares anuales, menos del 0.007% del presupuesto anual, con el argumento «son entidades innecesarias”. Orquestas y compañías de danza, ópera y teatro luchando por subsistir, en bancarrota o retirándose a “cuarteles de invierno”, programaciones que se acortan o decaen, museos y galerías extremadamente cautos son algunos de los síntomas que se vienen observando cada vez con mayor inquietud sumado a la falta de apoyo de la prensa que recorta el espacio dedicado, en este caso, a la difusión de la música clásica. Ni hablar de las emisoras radiales clásicas. Si hay menos interés es porque no hay formación desde el vamos, sin contar con la banalización  de gustos y oronda superficialidad convenciendo a los neófitos que están consumiendo cultura, siempre una señal de status y en última instancia uno de los salvavidas con lo que cuentan las instituciones reflejado en galas y fiestas. No alcanzan los esfuerzos privados, ni las donaciones, ni la desinteresada labor de voluntarios decididos a no bajar los brazos. Indudablemente, aquí pasa mucho y bueno pero hace falta mas y mejor.

Sin ir mas lejos, en el ámbito local entidades admirables como la New World Symphony  o el Miami Music Project son sólo dos entre las tantas que luchan por sembrar la semilla de la música como parte integral de la formación individual. Como anécdota, el que subscribe nunca dejará de agradecer al sistema escolar argentino y su entonces programa de formación del  alumno como espectador que incluía visitas semanales a funciones y ensayos en el Teatro Colón de Buenos Aires y que acabó por despertar en muchos la pasión permanente por la buena música.

Por mejor que funcionen, las organizaciones siempre están en la cuerda floja, dependiendo de una caridad que sólo debería aportar lo que puede o quiere. Es cierto, a diferencia de países europeos, Estados Unidos siempre ha tenido políticas culturales diferentes con menor injerencia estatal, pero ahora cuando lo poco que queda se ve amenazado hace imperativo abogar por su supervivencia. De otro modo, una suerte de oscurantismo que podría llevar a la bancarrota cultural contrastaría con aquel país europeo donde se están viendo los frutos de haber priorizado en la inversión cultural. En este caso, «prioridad» es antónimo de «innecesario». 

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Gráfico del Washington Post

Con 82 millones de habitantes Alemania dedica el 3% de su presupuesto a la cultura mientras Estados Unidos con 320 millones apenas araña el 0.007%. No es una loa sino comparación y un ejemplo para tener en cuenta. Desde ya, Alemania no es el paraíso y enfrenta problemas acuciantes, incluso en el ámbito cultural, pero la preocupación de las autoridades por mantener viva esa estructura ampliándola para asegurar el bienestar de las próximas generaciones comprueba que la responsable de haber causado la mayor hecatombe del siglo XX,  también aprendió que la cultura es el alma de la nación.

Mientras aquí se “tweetea” en un lento alejarse del mundo como un país a la deriva, no vendría mal parafrasear a Ortega y Gasset que en 1939 decía a los argentinos “Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos….Americanos, a las cosas!”.

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Pierre Boulez Saal Berlin – Frank Gehry