Tesla, contra viento y marea
Constante y tesonero son dos adjetivos parecidos pero no iguales que bien definen a Carson Kievman, el compositor y fundador del SoBe Institut for the Arts, y uno de los artistas que hacen de Miami Beach su plataforma para proyectarse al mundo. Su imagen de pionero intrépido e iconoclasta se ve reflejada en otra que el compositor usa como inspiración para su última ópera en carácter de estreno mundial en el Colony Theater este fin de semana: Nikola Tesla, o Tesla a secas.
Homenajeado y popularizado con el auto que lleva su nombre, el inmigrante serbo-croata es una figura capital en el desarrollo, uso y dominio de la electricidad y tanto más, mas de mil patentes entre otras. Un excéntrico ingeniero e inventor todo terreno que desembarcó en América sin un céntimo, sólo con una carta para Thomas Edison y que alcanzó fama y fortuna para morir casi tan pobre como llegó dejando un caudal de deudas y ocupándose de las palomas del parque a las que alimentaba. Literal “hombre del Renacimiento”, inabarcable, críptico, misterioso, genio total, la famosa respuesta atribuída a Einstein sobre cómo se siente ser el hombre mas inteligente del planeta – “No lo sabría, pregúntenle a Tesla” – lo define todo.
Obviamente, quien afirmaba que el tiempo diría la verdad y evaluaría a sus contemporáneos porque el futuro, para el que realmente trabajó, le pertenecía es tentador (pero espinoso) protagónico para una ópera contemporánea. Y Kievman desgrana la historia del genio como una suerte de Monte Rushmore de la ciencia americana enfrentándose en escena como centro de su ópera mas ambiciosa hasta la fecha. Un Monte Rushmore donde las caretas van cayendo sin piedad frente al héroe genuino.
Rivalidades feroces como la de un Edison al que no deja bien parado y temas tan actuales como el cambio climático afloran en una partitura demasiado extensa que pierde efectividad por su desmesurada longitud. Si el segundo acto acusa tramos tediosos, emerge mas efectivo que el primero donde la hora y media se hace sentir, sumado a la ausencia de subtítulos, hoy prácticamente obligatorios aunque la ópera sea en inglés.
La típica partitura Kievman, atentamente atendida por Mary Adelyn Kaufman y un preciso ensamble, con sus patrones repetitivos y líneas que se superponen, entretejen y entrecruzan, enmarca efectivamente el libreto del compositor y su colaborador Thomas Babe; es la “corriente” que hace fluir el drama en las trece escenas que lo integran. Asimismo interesa la figura de su amigo Mark Twain, como hilo conductor; en cambio, menos los personajes de Westinghouse y J.P. Morgan. La idea primera y última de que todos han sido reducidos a ser apenas autómatas en un parque de atracciones es a la vez, el mayor hallazgo y moraleja de la obra. Quizá a Telsa se lo podría entender mejor si Kievman indagara más en su personalidad que en sus logros; una mirada menos solemne y reverencial le otorgaría la estatura humana que necesita, incluso la faceta amorosa aunque en este aspecto el genio fue elusivo, como en otros rubros terrenales, que sería difícil de aprendeher.
La versión del estreno mundial tuvo la fortuna de contar con Jeffrey Buchman como régisseur. El versátil director se afianza con cada nueva producción sin poder dejar de mencionar su astucia en recurrir y resolver con elementos mínimos cuando los fondos disponibles no son suficientes. Buchman es una figura frecuente y valiosa en los escenarios líricos de Miami, un artista que debe aprovecharse. La resolución y trabajo con los paneles á la Richard Serra creados por Stephen Moravski contrastando abiertamente con el vestuario de época de Nuria Carrasco Domínguez, le permitieron concertar una puesta en escena ágil, de inobjetable jerarquía.
Un elenco sólido, meritorio y no menos entusiasta, enmarcó el agotador protagónico del barítono Kenneth Mattice, admirable en su encarnación de Telsa que no dejó de aprovechar un evidente parecido físico con el inventor.
El estreno de Telsa – en todo sentido «contra viento y marea» ya que el huracán Irma hizo de las suyas y casi lo impide – señala un hito en la trayectoria del compositor, y una nueva ópera en el panorama que merece considerarse mas allá de revisión y síntesis que se antojan imperativas, así como vale destacar una presentación de calidad que abre una temporada lírica y cumple con el renglón contemporáneo.