Stephen Hough, al reencuentro de sueños perdidos
Uno de los artistas mas inquietos y polifacéticos de la actualidad es Stephen Hough, auténtico “Hombre del Renacimiento” de nuestros días. Eximio pianista, primer músico clásico galardonado con la beca McArthur entre tantísimos honores que incluyen la Orden del Imperio Británico y ocho Premio Gramophone, escritor, poeta, novelista, pintor, compositor, profesor y por poco sacerdote, brinda una colección de transcripciones que no pueden dejar de pasarse por alto; es su álbum soñado e impecablemente vertido en veintisiete composiciones que deparan casi noventa minutos de placer y descubrimientos pianísticos.
No es un viaje alrededor del mundo sino mas apropiadamente alrededor de una mesa de exquisiteces de las mas variadas cocinas, son bombones indulgentes presentados con clase y tacto ejemplar, podría decirse una clase sobre clase digna de imitar. La mayoría de las transcripciones le pertenecen, el resto corre por cuenta de Liszt y sus «secuaces». Encontrarse con la Marcha Radetzky transformada en vals vienés o Das alte Lied de Hilda Löwi que firmaba Henry Love y que fuera inmortalizada por el tenor Richard Tauber es sólo el principio que anticipa una cabalgata inédita.
Las fabulaciones de la infancia, la búsqueda de la niñez perdida son una constante testimoniada en las Memories of Childhood de Julius Isserlis (abuelo del cellista Steven), en los Summer sketches de William Seymer, las Canciones que mi madre me enseñó de Dvorak o la Canción de cuna del mismo Hough asi como Iver-Song, otra Lullaby que combina oriente con occidente rematada por Jeune filles au jardin de las Escenas de niñez de Mompou, el primer disco que el pianista compró cuando comenzaba a estudiar. Curiosamente no hay rastro de Kinderszenen de Schumann, en cambio un mágico Blow the Wind Southerly donde no hace falta siquiera la voz de Kathleen Ferrier (y entonces no hay mayor cumplido).
Si se ordena por cocinas, triunfa la rusa, la francesa, la española, la nórdica y hasta la inglesa; son los platos fuertes de un banquete que no olvida Australia y el Waltzing Mathilda transformado en… rumba. A este despliegue de humor se añade la nostalgia de postguerra con By the Sleepy Lagoon de Coates, usado como cortina musical en la BBC, Somewhere a Voice is Calling de Arthur Tate y el Salut d’amour de Elgar, sin sacarina sino con la dosis justa de elegancia eduardiana.
Deleitan las variaciones de Kitri y Dulcinea del ballet Don Quixote uniendo lo ruso con la península ibérica, con el Capricho Catalán de Albéniz al Intermezzo de Manuel Ponce al que se suman los curiosos Osmanthus Romp y Reverie del pianista a su compañero de vida en la Suite Osmanthus basada en su nombre y la raramente escuchada Cuatro Rapsodias Op. 11 de Erno Dohnanyi y Pas des echárpes de Cecile Chaminade llevan naturalmente al Sibelius de Kuusi, una joyita y la sutileza acuática de Sologa de William Seymer. Las Harmonies du Soir de Liszt y Niccolo’s Waltz de, obviamente, Paganini, aportan melodías bien conocidas y rica improvisación mientras ambos Dvorak brindan bombones con evidente sabor Mittel-Europa.
Un fascinante recital por un pianista que se atreve a mostrarse en un disco que no es una mera sucesión de bises sino de ideas y descubrimientos. Imaginativo, original y a la vez en la mejor gran tradición, exquisito en el fraseo y en la intención de compartir intimidad.
Dicho sea de paso, no se pierda a Stephen Hough cuando regrese a Miami el próximo 31 de marzo, quizás regale algunas de estas joyitas como parte del programa. Este es, como su nombre lo indica, su personalísimo Dream Album.
* DREAM ALBUM, STEPHEN HOUGH, HYPERION CDA 68176