Muti y Chicago en Miami, soñar no cuesta nada
Cuando en una ciudad como Miami actúa una orquesta como la de Chicago dirigida por el ilustrísimo Riccardo Muti, el hecho escapa a las consideraciones, halagos y reparos de la crítica, se transforma en un acontecimiento que dispara placeres, preguntas, sueños, elucubraciones y esperanzas. No importó si el programa fue rutinario por no decir trillado, tampoco importó que el auditorio no estuviese abarrotado como debió (mas allá de un lleno muy respetable), sólo importó comprobar la amplitud acústica de un hall como el Knight al servicio de la mas notable orquesta americana regida por el último de los colosos italianos de su generación, visto por muchos como el heredero de la línea del legendario Arturo Toscanini.
Y si el programa no fue un dechado de imaginación debe decirse a favor de la discutible elección que en manos de estos músicos y este director las obras sonaron frescas e insólitamente novedosas, una aseveración temeraria cuando se trata de la Quinta Sinfonia de Tchaikovsky y de Scheherezade de Rimsky Korsakov.
Pero en manos de un Muti, que ejemplificó al severo director de porte y actitud a la antigua, todo cambia, lo remanido se vuelve lozano y la sorpresa devora la pereza, sobre todo si se tiene en cuenta de que se está frente al adalid de la premisa de tocar tal como está escrito, motto de la vida del director. Asi el concierto resultó un reencuentro con composiciones frecuentadas desde la niñez -y hoy casi abandonadas- en LPs de vinilo, tan de moda. Fue cerrar los ojos y regresar al pasado escuchando un disco pero en vivo.
La reconfortante sorpresa llegó con una Quinta de Tchaicovsky sombría, de una intensidad funesta, de severidad brahmsiana, con la emoción fieramente controlada, sin almíbar ni edulcorante y que fue desplegándose, creciendo y multiplicándose como una catedral musical, con una diferenciación de planos sonoros apabullante y una precisión en las cuerdas memorable sin poder dejar de enfatizar la suntuosidad aterradora de cellos y contrabajos. Ataques, crescendos y glissandi rotundos, de áspero dramatismo, de color bien ruso pero no a la rusa -en cuanto a la brillantez y nasalidad características- sino a la Muti. En síntesis, una Quinta revisionista que concede a Tchaicovsky una revancha merecida cuando, como en este caso es ejecutada, como los dioses.
Después de esta clásica y moderna a la vez lectura hubiera sido el feliz turno de un Beethoven o Brahms (especialidad del director), un poema de Richard Strauss o para seguir en la vena eslava alguna sinfonía de Prokofiev, Shostakovich, Stravinsky o por qué no, el Concierto para Orquesta de Bartok, pero los sueños sueños son y la Scheherezade de Rimsky si bien magníficamente vertida en una impresionante paleta cromática de inaudita transparencia – con intervenciones solistas brillantes como Keith Buncke, John Sharp y por supuesto, el violín del concertino Robert Chen amén del literal salvataje llevado a cabo por Ryan Roberts, intrépido becario de la New World Symphony con sede en Miami Beach que reemplazó en mitad del concierto al corno inglés que enfermó de repente – marcó un punto apenas por debajo de una velada inolvidable.
Como bis Muti volvió a su primer gran amor, la ópera italiana para investir al Intermezzo de la vetusta Fedora de Giordano con una iridiscencia wagneriana y una calidez inconfundiblemente mediterránea, un emocionante pequeño broche de oro.
Vaya una felicitación a la Serie Clásica del Knight Concert Hall por brindar una orquesta de este calibre a nuestras costas, además de esta temporada trajo a la Academia de Saint Martin in the Fields, la Orpheus y la de Israel; oferta diversa que es la única manera de entrenar la apreciación de la audiencia en los diferentes enfoques y riqueza sonora propia de cada gran entidad. En última instancia, de generar interés e incentivar por la construcción de una orquesta propia que – conste que sin dejar de valorar el esfuerzo de entidades locales meritorias – ubique a Miami como vibrante ciudad digna de tener una orquesta si no cómo ésta, al menos competitiva. Por ahora, los sueños suenos son aunque… soñar no cueste nada.

Ryan Roberts de la NWS reemplazó al corno inglés en medio de la función, anécdota para recordar y mérito para festejar.