Una condenación aguardada que no decepciona
Es inevitable, Berlioz y la desmesura siempre van de la mano. El francés fue de tempestad en tempestad como forma de vida y esa agitación se refleja en una obra tan rica, tan contrastante, tan desmesurada como el mismo. Sostenida por una milagrosa arquitectura musical, sus colosales composiciones para voz y orquesta son el mejor reflejo de su desmesura. Y en ese muestrario tan excéntrico como fascinante, La condenación de Fausto podría llevarse el cetro. Ni ópera ni oratorio sino “leyenda dramática”, casi tan difícil de interpretar como su monumental Los troyanos, una ópera por partida doble de dimensiones wagnerianas, mejor diríase… “berliozianas”.
A propósito de ésta última, la saga continúa para John Nelson que la grabó recientemente y que ahora aborda esta Condenación en honor del centésimo quinquagésimo del compositor. Lo hace con el mismo equipo con el que obtuvo críticas laudatorias y consigue otro hito discográfico. Desde el gran revival berlioziano de los años setenta impulsado por Colin Davis al que le sucedió John Eliot Gardiner, ambos británicos, ambos con ópticas diferentes, cada década consagra un director obsesionado con Berlioz en un alarde de especialización absoluta. Confirmandolo con una serie de grabaciones notables, Nelson se yergue asi como el gran berlioziano de esta época.
El fresco sonoro trazado por Berlioz sobre la obra capital de Goethe se aparta del original, Berlioz se identifica, se transforma en Goethe para rescatar lo que mas le importa. Lejos de los Fausto de Gounod y Schumann, lleva su tan inimitable como personalísimo sello. Recibida con total apatía en su estreno de 1846 (“Nada me ha hecho sufrir más que esta inesperada indiferencia”), hoy es su obra sinfónico-vocal mas representada. Desde pioneros como Charles Munch, Pierre Dervaux, Georges Pretre e Igor Markevitch a Georg Solti y Simon Rattle, la Condenación ha sido niña mimada de grandes directores. Complicada, desigual, literalmente “tramposa” presenta un desafio casi imposible para el tenor protagónico (asi como el Eneas de Los troyanos) que debe lidiar con voces mixtas y endiablada tesitura. Si en su momento el papel fue de Nicolai Gedda, hoy es Michael Spyres su mas granado exponente. Desde ‘Ange adoré’ y ‘Merci, doux crépuscule!’ hasta el ‘Nature immense’, el tenor americano conquista las sobrehumanas exigencias impuestas por Berlioz. Un tanto mas idiomático, el Méphistophélès de Nicolas Courjal se ubica un punto por debajo. Aunque excelente, irónico y mordaz no borra el recuerdo de Jose van Dam cuando de profundidades existenciales se trata. Asimismo detallada al máximo la Margarita de Joyce DiDonato, algo resbalada en ‘D’amour l’ardente flamme’ demuestra legato perfecto y expresividad impecable pero sin dominar aquella elusiva esencia del personaje como lo hicieron Crespin, von Stade y von Otter. Completa el ilustre cuarteto vocal un estupendo Alexander Duhamel como Brander en la grandiosa escena de la taberna coronada con su canción de la rata.
En esta desbocada cabalgata entre cielo, tierra e infierno, es Nelson el responsable en obtener el fervor y el balance a la vez, asi domina tanto el Coro Gubelkian y Les Petits Chanteurs de Strasbourg recibiendo a Marguerite en el Paraíso como la Orquesta Filarmónica de Estrasburgo, curiosa elección habiendo otras mas destacadas en este repertorio, de la que obtiene irreprochable rendimiento. Con un DVD adjunto sobre las sesiones de grabación, es una flamante y destacadisima contribución al catálogo berlioziano.
* Berlioz: La Damnation de Faust, Nelson, ERATO CD 0190295417352