CMS + NWS, intimidad y espectacularidad reunidas

 

Wu Han y David Finckel, CMS

En sucesión ininterrumpida tres importantes conciertos en la escena musical miamense mostraron lo indisolublemente ligados que se hallan intimismo y espectacularidad, ambos desplegados por la Chamber Music Society of Lincoln Center y la New World Symphonyactuaciones que ejemplificaron lo “sencillamente espectacular” y lo  “espectacularmente sencillo”. Esto último aún mas apropiado para el grupo del Lincoln Center en el Colony Theater obviamente dispuestos a inyectar una necesitada brisa renovadora en la actividad camarística local.

La música de cámara propone un desafío al intérprete y al espectador, los deja literalmente desnudos, enfrentados cara a cara. Suerte de meditación, es música en estado puro que apunta a una concentración inusual en un mundo que tiende a lo contrario. La recompensa es invalorable; apreciación, goce y agradecimiento llegan como resultado inmediato, manifestada en los dos conciertos del Colony que retoma felizmente una actividad que tuvo décadas atrás y que risueña rememoró la pianista Wu Han en sus jugosos comentarios escénicos. Junto al cellista David Finckel, su marido y codirector de la prestigiosa entidad, la pianista taiwanesa inició el viaje por tres siglos de música que abarcaría las dos veladas con una sonata de Bach como aperitivo seguida por la sublime Sonata en Do mayor de Beethoven, la mas “libre” de las dos compuestas en 1815. El contraste del quasi-divertimento bachiano con la esencia rapsódica del Beethoven fue plasmado con impeables acentos. La heroica segunda sonata de Mendelssohn, es una auténtica delicia del romanticismo máxime en el Adagio, uno de los mas notables de la literatura camaristica elocuentemente vertido por el duo que aportó vigor y frescura. Después de las exquisitas selecciones de la Suite Española de Albéniz por Wu Han llegó la curiosa Sonata que Britten compuso para el gran Rostropovich, mentor y maestro de Finckel, que la conoce como nadie. Obra asombrosa e inesperada que invita a mirar a los intérpretes embarcados en un desafio del que emergieron triunfantes. Un bombon debussyniano sirvió de bis y preludio a la próxima noche: un opíparo festival francés iniciado con el colorido, impetuoso Primer trío de Saint-Saens para violin, cello y piano inspirado en los Pirineos (acababa de perder el ansiado Prix de Rome frente a Berlioz que pronunció “sabe todo pero le falta inexperiencia”). De encantadoras brisas autóctonas, fue un genuino manantial a cargo de los espléndidos Wu Han, Paul Hang (violín) y Clive Greensmith (cello), ex integrante del célebre Tokyo String Quartet. Estos dos extraordinarios músicos se lanzaron ante el desafío de la fascinante Sonata para violín y cello de Ravel a la memoria de Debussy. Obra descarnada, hipnótica, sinuosa, hito en la evolución del compositor evidenciando una modernidad hasta entonces desconocida con acentos de Bartok y Kodaly y helados recuerdos de guerra. El Primer cuarteto para piano de Fauré, maravilla no demasiado frecuentada, fue el broche de oro a las dos noches poniendo a prueba el ensemble al que se sumó el eximio violista Matthew Hipman, demostrando unidad indivisible. Emocional, tempestuoso, brillante, solemne a la Brahms, exhuda la elegancia y originalidad supremas que se avino al espíritu del grupo.

Según se informó, CMS regresa al Colony el próximo enero, imperdibles.

Thibaudet photo Andrew Eccles

De la sencilla espectacularidad camarística a la avasallante de la orquesta sinfónica con la New World Symphny y un programa acorde iniciado con la obertura de Benvenuto Cellini de Berlioz dirigido por el joven becario Chad Goodman aportando precisión y énfasis. El popularmente conocido como Concierto “Egipcio” de Saint Saens tuvo en Jean-Yves Thibaudet al protagonista ideal. Desde el fraseo exótico del tema arábico pasando al mágico efecto de campanas y una vertiginosidad apabullante, el gran pianista lionés dejó una impronta difícil de olvidar con una lectura de rara perfección que además revalorizó la obra del compositor. Para calmar los bravos, regaló la Pavana de Ravel como bis, una lectura mas severa que la habitual.

El regreso del director Juanjo Mena no sólo reconfirmó la excelente impresión causada en su debut de abril de 2017 con la NWS, a decir verdad la multiplicó. En el Saint Saens obteniendo un balance milagroso con el solista, jamás imponiéndose sino comentando y acompañando amén de permitir impecables solos a la orquesta. Afortunadamente hubo mucho mas Mena con los Cuadros de una exposición de Mussorsky en la orquestación de Ravel, aquí el director vasco a sus anchas literalmente transformó el habitual sonido brillante de la academia orquestal americana. Como un experto pintor cambiando su paleta logró de la orquesta un lustre mate inédito, diríase “europeo” reflejado en una sonoridad densa y aterciopelada de la que se valió para desplegar los mil colores de la célebre «exposición». Mena trabajó como un orfebre y los resultados quedaron a la vista en las exquisitas intervenciones de los instrumentos solistas. Por otra parte, los videos ya vistos en las pantallas de la NWS en 2011, volvieron a dividir la opinión de la audiencia máxime al haber sido adaptados a la única pantalla del Arsht; no obstante la extraordinaria sincronización musica-imágenes proveyó inobjetable musicalidad.

Tres noches de música con mayúscula, beneficiado el charme francés que brilló con Saint Saens y Ravel por partida doble. 

entrevista a Juanjo Mena en 2017

Juanjo Mena photo Michal Novak