Christine Brewer, más que una soprano

Es el epítome de la soprano dramática americana y el 29 de octubre cantará las Wesendonck Lieder con Michael Tilson Thomas y la New World Symphony en el Knight Concert Hall de Miami. Para esta wagneriana de raza, cómoda como pocas en un repertorio donde cada exponente es un auténtico rara-avis, contar cómo, cuando y por qué la música es su misión de vida es tan fácil como para quien la escucha rendirse ante su genuina, radiante humanidad en una charla mantenida desde Roma, donde se encuentra para cantar la Octava Sinfonía de Mahler dirigida por Antonio Pappano con la Orquesta de Santa Cecilia(*)

MC-Desde el principio fue la música, con ella ha recorrido un camino largo 

CB-Me cuentan que canté antes de hablar, quizá porque en mi familia todos cantan y siempre hubo, hay y habrá motivo para hacerlo. De niña prefería los funerales porque se cantaba toda la noche. Mi abuelo tenia una voz celestial, como mi madre y mis tías, descendientes de escoceses, daneses y noruegos. Crecí cantando gospel y blue grass hasta que mi madre me mandó a estudiar violín porque decía que yo… desafinaba.

¿Y la docencia? 

Enseñar es una pasión como el canto. Fui maestra en una escuela de un pueblo minero de Illinois hasta que la mina cerró. Continué ocho años más enseñando en mi ciudad, literalmente «de todo», hasta sustituí al director de la banda escolar y tuve que aprender a arreglar instrumentos. Ser  profesional también implica fluir con la corriente y aceptar desafíos.

Quizás, gracias a que no priorizó su carrera profesional, su voz maduró naturalmente convirtiéndose en el instrumento de soprano dramática que usted define como de “soprano lírica con voz inmensa”.

Es posible. La defino así porque siento que canto como una lírica aunque el sonido sea dramático. Mi enfoque siempre es lírico, quiero decir, cantar Wagner o Strauss como si fuese Haydn o Mozart es una prioridad.

¿Cuando fue el momento decisivo en que optó por el canto? 

Ese «turning-point» sucedió en 1989 cuando gané las audiciones del Metropolitan  y Ross, mi marido [también maestro] no me dejó renovar la licencia de docente para que pudiera dedicarme 100% al canto. Con una hija de cuatro años, no era fácil subsistir con un solo salario así que enseñé violín, canto y guitarra, canté en bodas pero, lo más emocionante, fue cómo quienes me conocían me ayudaron como pudieron, desde comprarme un vestido a pagarme un pasaje de avión, todos fueron mis mentores.

¿Cómo fue su experiencia con la legendaria Birgit Nilsson?

Fantástica. Mi experiencia musical viene del ámbito educativo y no sabía nada del mundo de la ópera y sus protocolos. En 1987 canté en las audiciones metropolitanas. No gané pero, providencialmente Evelyn Lear era uno de los miembros del jurado. Me llamó aparte y me aconsejó contactar a Nilsson que casualmente venía a Estados Unidos a dar clases magistrales. El cupo estaba completo pero insistí cada día,  insistí tanto que me aceptaron en la lista de espera. Cuando llegué, acarreando toda mi música, ya estaba en la «otra» lista. Comienza la clase y uno a uno Nilsson los rechaza después de haber cantado media frase. Llega mi turno, canto media frase, me detiene y pregunta “Quién es su maestro?” y le respondo “Mi madre”. A la mañana siguiente me dio una clase privada y me invitó a un curso que daba en un castillo en Alemania. Allí volamos con mi madre, fueron seis semanas intensas y un sueño hecho realidad. Lo mas cómico y embarazoso era ver a mi madre sentada junto a su nueva amiga (Birgit), en plena lección codeándola y diciéndole “¿Qué bien canta, no es divina?”. Esa era mi madre, sin conceptos ni barreras, naturalmente ciudadana del mundo. Y en cuanto a Nilsson, su consejo, guía y correcciones están más vivos que nunca. Cuando debuté en Tristan envió una nota dirigida a “Frau Isolda!”. Y cuando canté mi primera Inmolación de Brunilda, me telefoneó después del concierto que había escuchado por radio.  Su honestidad y humor eran únicos y me enorgullece haber sido elegida para cantar el mismo programa con el que ella inauguró la ópera de Sydney en 1963, cuando se cumplan los cuarenta años del teatro en el 2013.

 ¿Brunilda o Isolda?

Me encanta Brunilda pero debo decir que Isolda es mi papel y mi temperamento.

¿Y Britten? 

Mi debut operístico fue en 1989 como Ellen Orford en Peter Grimes y me enamoré de su música y sus personajes. Tienen una dimensión humana incomparable y tan real. Amo Gloriana, que cantaré en la Opera de Santa Fe  en 2014, y Lady Billows de Albert  Herring que repetiré pronto en Los Angeles y con la que me divierto más que la audiencia.

¿Y el repertorio italiano?

Honestamente, no me dice tanto. En cambio, abro una partitura de Strauss sea La mujer sin sombra (el papel más difícil al que me enfrenté fue la Tintorera) o Ariadna y siento que la tengo bajo la piel desde el vamos. La sensación de cantarlo  es de una opulencia reconfortante. Hay voces que se adaptan mejor al repertorio alemán y otras al italiano, y algunas pueden hacer ambos. No es mi caso.

Ecos de ruiseñores es un tributo a sus predecesoras como Eleanor Steber, su coterránea Helen TraubelEileen Farrell con quien a menudo se la compara 

Son joyitas que evocan un estilo de recital hoy prácticamente extinguido. Fue un proyecto que me deparó mucha alegría y se lo debía a mi profesor de música universitario, quien escuchó a todas estas divas en el gran repertorio y en el otro, menos solemne. Al morir me dejó en su legado toda esta música, mucha hoy día inhallable. Tuve oportunidad de oír a Farrell cantando Wagner en St. Louis, era increíble, su voz tenía un caudal tan impresionante que me transportó!

¿Los CDs en los que se siente mejor representada? 

Ecos es uno, los técnicos de Hyperion saben como captar mi voz, lo hicieron con mis recitales de Lieder de Schubert y Strauss. Me gusta la Ariadna en inglés y las canciones y escenas straussianas con Donald Runnicles, a quien me une un extraordinario vínculo profesional, la química siempre sucede cuando me dirige, por eso también adoro el Tristan completo que la BBC grabó de mi primera Isolda en vivo, tambien bajo su dirección.

¿Qué es un «hootennany»?

Es una palabra que el Diccionario Webster ha sacado de circulación porque cayó en desuso y es exactamente lo que hacemos en mi casa desde hace ya veinticinco años para el largo weekend del Día del Trabajo. Es una sesión de música informal que dura todo el día, básicamente blue grass, jazz y gospel. Ha crecido tanto, que en el último tuvimos mas de doscientas personas: amigos, familia (canto con mi hija y mis hermanos y hasta toco el violín y la armónica), músicos de todas nacionalidades, desde México a Irak, con géneros que van del flamenco al Lied y al spiritual. Nuestro hootennany es un crisol musical que refleja el crisol de lo que básicamente es América.

¿Cuál es el rol del artista?

Sería una meta demasiado superficial y vacía si creemos que estamos aquí sólo para ser famosos o juntar dinero. Mi madre creció muy humildemente y nos inculcó su filosofía de vida: venimos al mundo para dejarlo un poco mejor de lo que lo encontramos. Por lo tanto, un artista debe compartir. Un cantante es mejor persona y mejor cantante si va a cantar a una escuela o a un geriátrico, se enriquece. Disfruto tanto trabajar con Sir Colin Davis como visitar alumnos de escuelas de mi ciudad, para ellos soy «The Opera Lady». Un secreto es no subestimarlos como espectadores. Mi experiencia con ellos y una obra no precisamente «fácil» como el Réquiem de Guerra de Britten fue aleccionadora. Es más, cuando mi hija estudiaba enfermería, hacía su entrenamiento con adolescentes en libertad condicional y los traía a la ópera a verme en La mujer sin sombra. El impacto y efecto de esta obra «difícil» (incluso para los operómanos) en estos chicos carenciados y sin rumbo era tan sorprendente como emocionante y reafirmó mi convicción al respecto.

También cuando viajo fuera del país me siento una embajadora. Me basta con mostrar una faceta que no tiene que ver con la negatividad reinante y que me posibilita escuchar y ver cómo viven y sienten otros pueblos. Puede que suene pretenciosa, pero no puedo evitar sentirme una mensajera de esperanza☼

Sebastian Spreng©

29 de octubre,Tricks & Treats: Wagner, Brahms, R.Strauss,  www.nws.edu

ESENCIAL BREWER EN CD

Great Strauss Scenes / Runnicles

Echoes of Nightingales / Vignoles

Strauss: Ariadne on Naxos / Amstrong

Strauss: Four Last Songs / Runnicles

Wagner: Tristan und Isolde / Runnicles

Verdi: Requiem / C. Davis

Beethoven – Fidelio (LSO Live) / C. Davis

The Hyperion Schubert Edition 31 / Johnson

Britten – War Requiem / Masur

Christine Brewer: Great Operatic Arias / Parry

Barber: Vanessa / Slatkin

Marx: Orchestral Songs / Belohlavek

(*) entrevista completa, una versión abreviada fue publicada en El Nuevo Herald, el domingo previo.