Evelyn Lear desnuda el alma de Lulu

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Hay interpretaciones que pasan a integrar la mitología de la ópera, de las que sólo queda el recuerdo de los afortunados que las presenciaron. Basta con remitirse al siglo XX, entre tantas, allí están las nunca filmadas puestas de Luchino Visconti y Wieland Wagner, la Medea de María Callas en Epidauro, aquella única Turandot de Leonie Rysanek en San Francisco y la Lulú de Evelyn Lear de la que Elisabeth Schwarzkopf sentenció  “Es una de las supremas encarnaciones líricas de nuestro tiempo”.  Por si esto fuera poco, la viuda de Berg se pronunció «Es la perfecta encarnación de la vampiresa». 

La cantante norteamericana se consagró en la premiere vienesa de la ópera inconclusa de Alban Berg en el Theater an der Wien en 1962. Paseó el personaje por los escenarios incluido el estreno en el Teatro Colón de Buenos Aires en 1965 – «los argentinos se volvieron locos conmigo y con mis piernas» me dijo risueñamente en una entrevista en 1993 – y la Deutsche Oper berlinesa en 1968, una función luego editada en disco. Aquella intrépida, temprana Lear fue un kamikaze vocal cuya voz casi se desintegra ante las exigencias tremendas de criaturas como Lulu, una femme fatale que marcó su amanecer y el principio de su ocaso. Como su contemporánea Anneliese Rothenberger debió regresar a la mas saludable dieta Mozart-Strauss, más vale tarde que nunca.

A un año de su fallecimiento, emerge un documento histórico de la televisión austríaca de aquella premiere del 9 de junio de 1962. En blanco y negro y sonido tan modesto como imagen es un tributo valiosísimo en DVD.

Su consubstanciación con la criatura de Wedekind, el espíritu de la tierra, es total en su espontaneidad y simpleza. Hace malabares con cada pieza de esta caja de Pandora, juega con la ambigüedad de esa niña-mujer inasible y además, vocalmente fresca no le teme a la implacable tesitura. La secunda un notable grupo de veteranos, Paul Schöffler como el Dr. Schön, Rudolf Schock como Alwa, Hans Braun es Schigolch, Gisela Litz es la lesbiana Geschwitz (personaje que luego Lear hará suyo en la década del ochenta), Kurt Equiluz es el pintor, Toni Birkmeyer es Jack el destripador, hasta en mínimos papeles aparecen nombres de la talla de Hilde Konetzni y Alois Pernerstofer. Es una puesta en escena del joven Otto Schenk que hoy se antoja vetusta y que en su momento fue un clásico instantáneo; en el foso, la orquesta sinfónica de Viena dirigida por Karl Böhm, paladín del compositor y principal instigador de este demorado estreno.

Berg no vivió para completarla, murió en 1935.  Un año antes, Erich Kleiber había arreglado una suite como adelanto al programado estreno berlines pero, corría 1934 y Berlin ya no estaba de ánimo para esta manifestación de “arte degenerado”. Kleiber se marchó a la Argentina y Berg hizo un paréntesis para componer el concierto para violín mientras se lamentaba “Alemania no quiere saber nada de mi y eso que no soy judío y Austria tampoco, porque no lo soy”. Sin embargo, doce dias antes de su muerte, Viena estrenaba la suite con aclamación.

La viuda Helene trató de tentar a Zemlinsky, Webern y Schönberg para que la terminaran, no hubo caso y menos el último que veía en el suicidio del pintor el del artista Richard Gerstl que había tenido un sonado affair con su mujer. A falta de final, en 1937 en Zurich se estrenó la versión trunca en dos actos con Nuri Hadzik y en 1953 en Essen, empalmando con fragmentos de la suite. Esta se convertirá en la versión estándar y la que se aprecia en esta función vienesa de 1962.

A la muerte de Helene Berg, el compositor Friedrich Cerha será el encargado de finalizarla usando los fragmentos del tercer acto dejados por el músico y celosamente guardados por su viuda por obscuros motivos. De hecho, los tenía casi listos. El estreno de la versión completa de Lulu será el 24 de febrero de 1979 con Pierre Boulez. El resto es historia. Será un antes y un después para este genial palíndromo lírico contemporánea de Turandot, su pendant y colega en desgracia dejada a la deriva por Puccini.

Cuando hoy la referencia para toda Lulu integral es Teresa Stratas y Pierre Boulez vale recordar Lear y Böhm fueron la referencia anterior. Vinieron luego muchas extraordinarias Lulu – Rothenberger, Shade, Silja, Malfitano, Farley, Aikin, Schäfer, Saffer, Petersen, Petibon, Eichenholz – muchas también dejaron su voz en el camino, todas la tomaron de modelo. Los memoriosos tenían razón y este video coloca otra pieza fundamental del rompecabezas de esta obra maestra. Es un testimonio e imprescindible visita al pasado, genuina y genuino en todo sentido.

* ALBAN BERG; LULU; KARL BÖHM, ARTHAUSMUSIK 101 687