Dietrich Fischer Dieskau, última impronta del coloso

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Malacostumbrados a la satisfacción instantánea del mercado audiovisual actual, la Edición Bruno Monsaingeon dedicada a Dietrich Fischer-Dieskau  (1925-2012) parece un souvenir del pasado rayano en la mas preciada antigüedad, uno que obliga a detenerse, tomar aire, concentrarse y disfrutar. Implica un desafío en más de un sentido, incluso económico. Es una caja de lujo, hoy atípica, misteriosa, diríase con aroma a biblioteca. Encierra el tesoro de un gigante y por ende, debe descubrirse de a poco para poder asimilarlo. Son veinte años de trabajo del cineasta francés testimoniando lo que el barítono berlinés le fue permitiendo a través de una larga relación profesional que solidificó en auténtica amistad. Y si gran parte del material ha sido publicado anteriormente, esta lujosa presentación incluye novedades demasiado apetecibles como para dejarla pasar por alto. Por ejemplo, un libro de más de 200 páginas con fotos inéditas y apuntes de la colección privada del barítono.

De los seis DVDs que la integran, tres están ocupados por recitales de su última década y que abarcan los ciclos fundamentales. Schumann con Liederkreis Op. 24, Kerner Lieder y Dichterliebe; Schubert con Die schöne Müllerin y otro con 23 Lieder originado en la Salle Pleyel de Paris al principio de la década del 90 acompañado por Harmut Holl y Christoph Eschenbach. Desde ya, no es el vocalmente glorioso Fischer-Dieskau de los 50 y 60, es por sobre todas las cosas un testimonio del gran señor del Lied. Y con eso basta, sin contar con la sabia graduación y utilización de sus recursos a los setenta años, su arte emerge decantado, desnudo, austero. Nada mas y nada menos que el poema, la música y su traductor. Y claro, todavía vale maravillarse con la proyección de la palabra y el inmaculado legato que susurra pesadillas como en el caso de Der Zwerg, ese espeluznante relato que deja atrás al Erlkönig, y que DFD plasma con el acabado de una pintura de Böcklin.

A un sexto DVD dedicado a clases magistrales – contiene el análisis de cinco canciones del Schwanengesang y arias de Mozart en la Academia de Bellas Artes berlinesa en 1992 –  el interés principal de la edición recae en el primer DVD, ya publicado para festejar su septuagésimo cumpleaños en 1995, La voz del alma donde narra su vida con la participación de su esposa, la soprano Julia Varady. No obstante, es el quinto DVD el que despierta mayor interés: Palabras Últimas, una fascinante recopilación («Una conversación musical en un prólogo y dieciséis escenas») de sus últimos reportajes que Monsaingeon grabó en en la residencia de Berg y que debiera editarse por separado por tratarse de un Fischer Dieskau mas distendido, mas crítico, mas filoso, mas Fischer Dieskau que nunca.

Fascina verlo recorrer con la mirada el tramposo «O Jungfrau rein! Laß mich allein Dein eigen sein!» schumaniano con su sonrisa de niño travieso. Como inveterado gato socarrón el artista desgrana recuerdos imperdibles, y así desfilan Lotte Lehmann – «Ejemplar en tantos sentidos» -, Schlusnus, Hotter, Fricsay, Böhm, Toscanini, Mengelberg, así pinta a Furtwängler de un solo brochazo – “Era un niño, punto. Sólo le importaba el sonido de su orquesta.” – la atmósfera del Berlín de posguerra – “No habia nada, ni comida y cantarle sentimientos a ese público endurecido que no los demostraba, absolutamente bloqueado no era fácil” o Flagstad «Esa abuela que tejía sentada, se ponía de pie, abría la boca…Isolda!». 

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Dietrich Fischer Dieskau

Justificada o no, es evidente cierta amargura con el mundo así como el pesimismo con el estado del canto – “me espanta la falta de curiosidad de los cantantes… todos cantan igual y con el mismo vibrato, no hay personalidades” – y su alivio de no vivir en el actual régimen de directores de escena – “Han trastocado el sentido básico de la interpretación musical. Los que debían servir son hoy los patrones”. Por eso dijo adiós con el Falstaff de Verdi, concordando con el compositor que “Todo en el mundo es burla”. Como Borges, DFD denota el arrepentimiento de los grandes y aún más falta de tiempo que el común denominador de los mortales.

Esta primera entrega de las nueve que conformarán la Edición Bruno Monsaingeon – continuará con Menuhin, Gould, Oistrakh y Sokolov – señala la culminación de un ciclo para el director francés y su tributo al barítono mas documentado de nuestra época prueba que todavía queda material para aportar. «El intérprete debe escuchar y fundirse con la música » afirmaba «la máxima recompensa se obtiene cuando la identificación con el compositor es tal que el cantante parece haberla compuesto». Para recordar. Para atesorar.

* DIETRICH FISCHER DIESKAU, BRUNO MONSAINGEON EDITION VOL.1, EUROARTS 2073938

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