Anna Prohaska, amor y muerte en las trincheras

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Una voz que viene de otra dimensión y un tambor que la doblega al ritmo de la contienda que se aproxima, ese es el sello de un tributo cautivante que llega en el momento indicado y, desgraciadamente, no por razones demasiado auspiciosas. Este preclaro homenaje de Anna Prohaska conmemora el centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial coincidiendo con una realidad que se encarga de exacerbar la vigencia de las dos docenas de canciones elegidas por la joven soprano austríaca. Dulce, ácida, punzante, celestial, en su tercer recital discográfico Prohaska ha sabido elegir con astucia proverbial y luego plasmar inmaculadamente un concepto que define en el texto acompañante “veinticinco colores, uno para cada canción para arrojar una luz diferente sobre la vida del soldado”.

Dueña de un instrumento claro y vibrante, de limpidez mozartiana y flexibilidad a toda prueba, la nieta del director Felix Prohaska (y además bisnieta del compositor Carl Prohaska y hermana del tenor Daniel Prohaska) engarza canciones europeas y americanas sobre temas bélicos. Behind the lines presenta un desfile de soldados, madres, hijos, esposas y novias que abarca cuatro siglos, desde la Guerra de los Treinta Años a la Segunda Guerra Mundial, desde el medioevo anónimo hasta nuestros días, todo un desafío que requiere no sólo versatilidad estilística sino expresividad para su color vocal signado por una pureza que en instancias debe traicionar en haras de la expresión. 

El compacto se inicia con un escalofrío a cargo de una sibila a capella: Es geth ein dunkle Wolk herein (Viene una oscura nube) unida en un golpe magistral con Die Trommel gerühret (Redoble el tambor) del Egmont beethoveniano. Le sigue una montaña rusa musical e interpretativa plena de batallas, esperas, descansos, regresos y elegías; las canciones brutales de Hanns Eisler  del Hollywooder Liederbuch y Kurt Weill se conjugan con las de soldados mas románticos ilustrados por Hugo Wolf, Robert Schumann – no falta Die beiden Grenadiere – y Franz Schubert. El frente ruso está representado por un romance de Rachmaninov, el inglés por Roger Quilter (aunque se echa de menos un Ivor Gurney), el americano por Charles Ives y el francés por Francis Poulenc sin olvidar la curiosa Juana de Arco en la hoguera firmada por Franz Liszt.

Digna de mención es la escocesa My Luve is in Germany de Thomas Trail (1600-71) que compite con Wandring in this Place de Michael Cavendish (1565-1628), el desolado remanso que narra Wo die schönen Trompeten blasen de Mahler o la expresión cáustica de Untergang de Wolfgang Rihm que enlaza directamente con el reposo del guerrero schubertiano del Ellens Gesang I y que arriban como panacea para el oyente.

La brillante propuesta de la cantante y su eximio pianista – Eric Schneider – entabla conexiones insólitas, coherentes, provocativas, plenas de imaginación. Sea un texto de Goethe, Heine, Whitman o Brecht todas las canciones pintan con angustia, humor, desazón o esperanza la verdadera tragedia de todo conflicto bélico: la separación (tantas veces definitiva) entre personas que se quieren. Nada mas y nada menos.

Contundente trabajo sobre los horrores de la guerra, allí donde no hay vencedores, ni vencidos quedan canciones, como estas llevando la impronta de una cantante que sale airosa sin recurrir a opciones mas obvias como podrían haber sido Und was bekam des Soldaten Weib o el popular Wenn die Soldaten durch die Stadt Marchieren y que, lamentablemente quedan en el tintero al exceder los setenta y seis generosos minutos del compacto.

Sin embargo, es el tambor del principio y la ominosa nube cargada con su voz sublimada la que se instala en la memoria para volver inclemente con su letra tan anónima como estremecedora:

Viene una nube oscura,

parece que traerá lluvia,

lluvia sobre el verde pasto,

Querido Sol, si no vienes pronto,

todo en el bosque se marchitará

y todas las flores sufrirán una muerte amarga.

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* BEHIND THE LINES, PROHASKA-SCHNEIDER, DG 00289 479  2472