Afortunado Händel, desafortunado Händel

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Dos importantes lanzamientos de óperas de Händel en DVD ilustran mucho de lo mejor y también lo peor de las tendencias actuales de la lírica mundial. Por un lado, impecables enfoques musicales con un desfile estelar que no hacen mas que confirmar la presente abundancia de talentos en este renglón; por otro, el grado de incoherencia y pretensión de los directores de escena convertidos en tiranos capaces de hundir el mas excelso producto musical a costa de una propuesta conceptual con pocos pies y demasiada cabeza.

No se equivocaba la gran Christa Ludwig en un reportaje reciente “Fui afortunada en cantar en una época en que primaba la música, no tuve que ponerme de cabeza o haciendo alguna tontería mientras trataba de cantar como deben hacer hoy mis colegas jóvenes”. Basta con ver a una novel soprano atada a una cama sometida al sadomasoquismo proporcionado por sus sirvientes o a una ilustre mezzo metiendo la cabeza dentro de las fauces de un cocodrilo para darle razón a la célebre berlinesa, y dicho sea de paso, todo esto en medio de las arias respectivas. Todo dicho. Humor y diversión son bienvenidos pero hay un límite para todo, cosa que no parece suceder ni en Salzburgo ni en Aix-en-Provence, sedes de los festivales líricos mas famosos de Europa (además de Glyndebourne y el exclusivamente wagneriano Bayreuth) donde se originan ambos DVD.

Tanto Giulio Cesare en Egipto como Alcina son títulos sólidos, imbatibles, con algunas de las mas bellas arias jamás compuestas; de hecho, la primera es una imparable sucesión de pegadizos “hits” que dejaría pálido a Schubert y The Beatles mientras que la otra alberga unas cuantas joyas y joyitas engarzadas no sólo para la protagonista sino para todo el elenco. Mas allá de los muchos reparos, la irreverente versión de Cesare gana por sobre la Alcina, de una tesitura tan sórdida que acaba aburriendo con su insistencia tan banal como obsesiva. Mientras en Salzburgo la pobre Cleopatra con enruladísima peluca rubia vuela en un fálico misil o canta su mejor aria encapuchada, en Aix la servidumbre cuando no hace o deshace la cama, visten y desvisten y vuelven a vestir a los protagonistas sin contar con alguna que otra ocurrencia poco vistosa, mas bien incómoda y en definitiva, pour epater les bourgeois.

Aciertan no obstante Moshe Leiser y Patrice Caurier en situar el Cesare en la actualidad del Medio Oriente, entre las guerras de Iraq y la lucha por el petróleo, dándole al emperador el papel de enviado de las Naciones Unidas, con un Tolomeo semejante a tirano regional todo terreno y un Sesto terrorista a punto de inmolarse. No contribuyen ni la escenografía a cargo de Christian Fenouillat ni el vestuario de Agostino Cavalca, revelando pobreza de ideas asi como de ejecución, de una fealdad que llama la atención. La gloria del DVD reside en los cantantes, magníficamente enmarcados por Il Giardino Armonico bajo Giovanni Antonini, y lo que provoca cerrar los ojos mas de lo debido para concentrarse en la interpretación de algunos de los máximos handelianos del dia. Antonini – como William Christie en la extraordinaria versión de Glyndebourne – deja cantar a los intérpretes, no los acosa ni rallenta en exceso, y eso sumado al vigor y transparencia de las cuerdas, son su mayor virtud.

Andreas Scholl repite su colosal Cesare de hace siete años en Copenhague con una linea de canto, control, poderío y presencia inmejorables, rivalizando con el Sesto de Philippe Jaroussky en un embarras de richesse en la cuerda al que se suman Christophe Dumaux como Tolomeo y en una nota simpática, el veteranísimo pionero Jochen Kowalski como Nirena, la nodriza de Cleopatra. Al lado de Jaroussky, Anne Sofie von Otter, otrora gran Sesto, compone una anciana Cornelia sin la oscuridad vocal de sus antecesoras (léase Ludwig, Podles, Forrester, Horne) pero hallando el punto exacto para hacerla tan memorable como aquellas, por otra parte, una costumbre con los siempre inmaculados trabajos de la mezzo sueca. En los duos madre-hijo, el contraste es límpido, sutil, tierno y desgarrador, una lección en todo sentido el sublime Son nata a lagrimar que cierra el primer acto con rara perfección.

Otra excelente sorpresa es la Cleopatra de Cecilia Bartoli, quizá su mejor Handel hasta la fecha. Lejos de las pirotecnias de sopranos como Sills o Dessay, y superando a colegas de su cuerda como Troyanos y Kozena, traza una reina vocalmente sedosa, acariciante, seductora, triunfando en los pasajes quietos aún más que en su inveterada vertiginosidad. La diva romana apela a la comicidad y no le va nada mal, máxime cuando su físico la traiciona con un ridículo vestuario kitsch que no la favorece aunque ella luzca feliz, es en la faceta vocal donde triunfa sin vuelta de hoja.

De las dualidades que plantea Handel en su magistral Giulio Cesare y sus fieros contrastes entre ira y serenidad, júbilo y tristeza, desolación y algarabía, al mundo fantastico de la hechicera Alcina donde se penetra en un territorio de ominosos contornos gracias a la espectacular escenografía de Chloe Lamford y la directora Katie Mitchell. Ambos construyen un palacio en dos niveles con laberintos y recámaras, sola en el centro, la única habitación iluminada es la comarca mágica de Alcina de la eterna juventud (los personajes envejecen al momento de pasar a las otras habitaciones); el tiempo no transcurre y la maga como Circe transforma a sus víctimas en animales embalsamados, plantas y flores alojadas en vitrinas à la Damien Hirst rodeando una cama, único mobiliario donde todo sucede. La ingeniosa brillantez de la propuesta se desluce pronto con los desvaríos ya comentados que acaban por aburrir, pecado mortal sobre cualquier escenario.

Irreprochable el trabajo de Andrea Marcon y la Freiburger Barockorchester con un ensemble instrumental literalmente encendido. Es Jaroussky como Ruggiero quien se lleva las palmas de la noche especialmente en “Verdi prati”, que fuera compuesta para Carestini. La protagonista es Patricia Petibon, un gusto adquirido cuyos agudos blancos y curiosos ataques no son del gusto de todos. La soprano francesa entrega uno de sus mejores trabajos para aquellos convencidos con sus peculiares manierismos y timbre vocal. Su cómplice y hermana, Fata Morgana, a cargo de la ascendente Anna Prohaska, cumple eficazmente con las demandas del papel incluso en el arduo “Tornami a vagheggiar”. Amén de sus indudables méritos, en ambas falta la sensualidad y despliegue con las que Fleming y Dessay invistieron a los personajes en la memorable versión parisina de William Christie. El elenco se completa con la notable Katarina Bradic como Bradamante, Krzysztof Baczyck como Melisso, Anthony Gregory como Oronte en destacada intervención y como Oberto, el niño Elias Mädler con momentos de dudosa afinación. Plena de sofisticadas fechorías, es una versión escénicamente perversa y musicalmente de indiscutible calidad.

Mas allá del regodeo de algunos directores por tensar la capacidad de aguante de la audiencia y cantantes, víctimas estoicas que deben ejecutar sus mandatos sin rebelión aparente, la única solución por el momento es limitarse a cerrar los ojos, disfrutar de la eximia interpretación musical o resignarse a aceptar el enfoque y sucumbir a tan mentadas “propuestas”. El aficionado decide.

* HANDEL, GIULIO CESARE IN EGITTO,DECCA 074 3856 DVD

* HANDEL, ALCINA, ERATO 0190295974367

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