«Martin & Martin», lección y profética advertencia
Dos “Martin” en Miami, casualidad o coincidencia de este último fin de semana cuando dos espectáculos de jerarquía ocuparon ambas salas del Arsht Center: la actuación de la Academy of St. Martin in the Fields y el estreno regional de Antes que anochezca, la ópera de Jorge Martin.
El concierto del justamente célebre ensamble inglés recordó lo que es una presentación ejemplar desde todo renglón. Sin alharacas ni espectacularidades, nada mas (y nada menos) que solidez y solvencia musical, entrega y concentración absolutas y un resultado reconfortante para cerrar el ciclo clásico del Arsht Center al que debe agradecérsele por haber brindado esta temporada tres orquestas memorables a Miami: Minnesota, Bamberg y la academia británica.
La agrupación, ligada al recientemente fallecido Sir Neville Marriner que la formó hace pronto seis décadas, no vino con su director musical – el violinista Joshua Bell – sino con un solista de fuste, el pianista israelí Inon Barnatan que dirigió desde el piano los dos conciertos que interpretó. Para el resto, la orquesta se dirigió sola bajo la atenta mirada de su concertino director Tomo Keller.
Tanto en la pieza inicial – Quiet City de Aaron Copland – como en la última – la Sinfonía 29 de Mozart – la concertación fue impecable así como el caudal sonoro que regaló destacadísima sedosidad y transparencia. Mark David y Rachel Ingleton plasmaron con trompeta y corno inglés respectivamente la soledad de Quiet City enmarcados por cuerdas incandescentes, las mismas que sirvieron una sinfonía mozartiana como hacía mucho no se disfrutaba tanto en el escenario del Knight Center. La urgencia, calidez, humor y elegancia de la versión sentó un precedente a seguir en estas latitudes.
Barnatan demostró su versatilidad con el Concierto 9 (“Jeunehomme”) con una lectura virtuosa, espléndido en ornamentación y con el toque liviano digno del mejor Mozart y posteriormente con el estreno americano del Segundo Concierto para piano, trompeta y cuerdas (“The Haunted Ebb”) del compositor escocés Alasdair Nicolson presente en la sala y a cargo de una breve introduccion desde el escenario. En cuatro movimientos, Nicolson pinta recuerdos de la Isla de Skye donde transcurrió su juventud. Obra hermética, de flashes y efectos, con evocaciones que traen sus recuerdos en música, distorsionada por momentos y en instancias mágica o brutal según el piano actúe como unificador o hilo conductor. Una velada deliciosa, provista de un programa inteligente con eximios ejecutantes donde lo único que sobró fue el aplauso entre movimientos (perdón, es un tema polémico pero soy demasiado chapado a la antigua). Una lección de música sana.
En muchos sentidos, el estreno regional de Antes que anochezca no deja de marcar un hito para Miami. Señala un punto de inflexión así como uno de dolor para la numerosa comunidad cubana en el exilio. Es la visión individual – y personal – de un momento histórico encarnado en la figura del poeta Reinaldo Arenas desde la óptica de un compositor contemporáneo formado en USA que acude a sus raíces cubanas para combinar dos mundos y plasmar una historia tan difícil como polémica. El tema es una llaga que no cierra y es, en resumidas cuentas, la historia de una traición, o de varias en sucesión tal como la sucesión de escenas cinematográficas que conforman la ópera. Quizá a eso se deba la curiosa reticencia en asistir del público al que apela y la fuerte emoción de otros sectores menos involucrados, por ejemplo, el americano.
Apetitoso material operístico es la saga del poeta homosexual, feroz enfant-terrible del Caribe, asfixiado por un régimen que apoyó en un principio y del que logró escapar para finalizar su enloquecido derrotero víctima del SIDA que lo arrastró al suicidio en Nueva York . Más cerca de Billy Budd que de Jean Genet, el compositor Jorge Martin esboza el universo poético de un idealizado Arenas, limando asperezas, proporcionándole ribetes heroicos, agigantándolo en la tradición del género lírico. Es en los dúos, tríos y coros donde llega la ansiada melodía mientras que en los parlamentos y soliloquios se advierte alguna monotonía declamatoria; la incorporación de ritmos caribeños es bienvenida asi como el rítmico teclear de la máquina de escribir dentro de una partitura ecléctica trabajada en capas fusionadas. El texto es simple, felizmente inteligible aunque de tanto en tanto el libreto flaquea perdiendo interés al caer en lugares comunes hasta que acude a su rescate la poesía de Arenas, donde no falta la imaginería kitsch de sus musas como salidas del Boquitas Pintadas de Manuel Puig.
La producción presentada por Florida Grand Opera revive la del estreno mundial originada en Forth Worth. Sencilla y funcional, resuelve ágilmente los numerosos cambios escénicos con trastos mínimos y efectivas proyecciones. En ese marco el elenco dirigido por David Gately se desempeñó con particular eficacia, apreciándose un evidente trabajo de equipo en el que se destacó Elizabeth Caballero en el doble (y significativo) papel de madre y musa (La Luna); Melissa Fajardo (El Mar) fue la musa restante a la manera de las inspiradoras ninfas guardianas de Ariadna en Naxos. Javier Abreu fue un exacto Pepe y Michael Kuhn un Lázaro querible – el duo con Reinaldo lo mejor de la noche – mientras Kenneth Griffin dibujó un “inombrable” caricaturesco y Dyniar Vania el torturado escritor Ovidio. En el protagónico, el infatigable Elliot Madore demostró notables condiciones de actor y una voz importante, a sus 29 años el barítono canadiense es un nombre a tener en cuenta. Coro y orquesta a cargo de Christopher Allen cumplieron con inusual entrega, en cambio el ballet pecó de anticlimático clasicismo en su ilustración de la vida gay en la playa habanera.
Con Before Night Falls, FGO sigue cumpliendo con su intención de incorporar un título contemporáneo cada temporada. A El luto le sienta a Electra, El Cónsul, La Pasajera y el año próximo Florencia en el Amazonas, de corte menos trágico que las mencionadas.
Si Before Night Falls es una cita con realidades difíciles de aceptar, su mensaje es una alerta – y hasta profecía – de un mundo que debe evitarse a toda costa y del que nadie está a salvo.
Nota relacionada: Reportaje al compositor Jorge Martin, previo al estreno
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