A la búsqueda y encuentro del mismo mito

 

Dos aproximaciones modernas a un clásico absoluto demuestran lo bien que se pueden hacer las cosas cuando hay imaginación, talento y respeto al servicio del compositor. A partir de dos célebres pinturas levantan vuelo estos Orfeo y Euridice que en las antípodas estan unidos por la calidad de dos propuestas originalísimas. Separadas por dos décadas “Orfeo conduciendo a Euridice fuera del averno”(1861) de Corot y “La isla de los muertos”(1883) de Böcklin introducen al espectador en los respectivos universos escénicos diseñados por Aurelien Bory en Paris y John Neumeier en Chicago. Los resultados merecen verse.

La complicada historia, léase desventuras, idas y venidas de Glück con arreglos, cortes, añadiduras y diferentes finales del mito -luego abordado por Offenbach, Birtwistle y Glass- proveen la libertad de elegir aquello que mejor se adapte a las intenciones de ambos puestitas. En Paris se opta por la versión Berlioz – del que se celebran sus 150 aniversario – de 1859 mientras en Chicago la primera en francés de 1774, ésta con un final Neumeier mas contemporáneo y oscuro.

Tanto con tan poco sería la mejor definición de la soberbia resolución escénica de Bory en la Opera Comique parisina. A Bory y su equipo le basta un espejo suspendido y la constante presencia del Corot para lograr una pequeña maravilla visual que deja una impronta memorable sin contar con que el juego de espejos le añade una evidente trascendencia filosófica e infinidad de lecturas. Es un juego de constante ambigüedad, rico entre insospechadas dimensiones, entre vida y muerte, que fascina y sirve a la música ejemplarmente. El joven Raphäel Pichon sigue confirmando sus condiciones como director frente al Ensemble Pygmalion con instrumentos de período. En el papel que Berlioz arregló para la legendaria Pauline Viardot vuelve a impactar Marianne Crebassa, tierna, doliente, exacta, la mas notable mezzosoprano francesa de la actual generación que deslumbra desde el “Amour, viens rendre à mon âme”y “Quel nouveau ciel” al célebre “J’ai perdu mon Eurydice”. La secundan las excelentes Hélène Guilmette como Eurydice (pese a un poco sentador vestuario, de hecho lo menos atractivo de la puesta) y Lea Desandre como Amor. Musical y escénicamente la versión adhiere a los principios de Glück, a lograr mas con menos, y hasta en este aspecto puede decirse que se está frente a un trabajo modélico. Sólo el corte final puede suscitar reparos en la apreciación total de la versión.

La versión de la Lyric Opera juega con noble irreverencia a ser una ópera ballet y viceversa, de la mano del gran coreógrafo del Ballet de Hamburgo y los bailarines del Joffrey Ballett. Ya Frederick Ashton y Pina Bausch, por nombrar sólo dos, lo trataron pero Neumaier hace de Orfeo su alter ego, un director de ballet, y de Euridice su prima ballerina y esposa que sufre un accidente fatal. Su asistente es Amor. A partir de allí imagina el viaje al Hades y su periplo de aceptación. En vez de la mezzo o contratenor de turno, Neumeier utiliza un tenor, el ruso Dmitry Korchak, lacerante, desgarrador e ideal para la concepción del coreógrafo, acompañado por la canadiense Andriana Chuchman como Euridice y la estadounidense Lauren Snouffer, ambas en óptima forma. Especialista en este repertorio como pocos o ninguno, Harry Bicket deja una lectura vibrante y exquisita con el ensemble de Chicago.

Si bien no faltan excelente versiones de la obra, estas constituyen valiosas adiciones al catálogo. Recomendadas.

*ORPHEE ET EURYDICE, PICHON, NAXOS DVD 2110638 

*ORPHEE & EURYDICE, BICKET, C MAJOR ENTERTAINMENT DVD 714308