Impensado doble juego bartokiano

 

Tiempo de cuarentena, también tiempo de impensados oasis musicales en forma de bienvenida avalancha – casi imposible de asimilar y digerir – de opciones gratis que posibilitan el acceso a infinidad de espectáculos desde las grandes casas de ópera y salas de concierto, sin contar con las mas íntimas y personales que realizan los artistas desde sus residencias, lo que constituye un capítulo aparte. Sea el Met, la Scala, Viena o Paris, la mayoría de la oferta se concentra en grabaciones de transmisiones previas de estas últimas temporadas, en cambio la Opera Estatal de Berlin transmitió una Carmen a teatro vacío que dió la pauta del enrarecido ambiente que se vive.

Desde la Opera Nacional de Baviera en Munich también se ofrecen varios grandes títulos, uno llama especialmente la atención al mostrar una fascinante reelaboración de la única ópera de Bela Bartok interpretada junto a su Concierto para Orquesta no sólo como parte del programa sino integrado a la ópera sucediéndolo sin interrupciones ni intervalos. Ya no es el Concierto para Orquesta (1943) ni El castillo del Duque Barba Azul (1911) sino Judith a secas, protagonista de este inesperado thriller musical con dos partituras separadas por tres décadas de composición, ambas espléndidamente dirigidas por la joven ucraniana Oksana Livina, otrora asistente de Kirill Petrenko.

La abisal ópera bartokiana es un «bocado de cardenal» para todo regisseur. La propuesta de la directora de escena británica Katia Mitchell es tan osada como atrapante: enlazar y entretejar ambas composiciones para lograr un actualísimo NordicNoir. El resultado es simple y llanamente extraordinario. Para ello cuenta con el cineasta Grant Gree a cargo de un video donde se muestra la historia mientras la orquesta interpreta el concierto. Nina Stemme aparece como Anna Barlow, mujer policía que investiga la desaparición de tres mujeres; para eso se convierte en escort de una exclusiva agencia que provee servicios a hombres mayores. Asi logra contactar al magnate en cuestión cuya preferencia es fantasear con damas maduras. En un lujoso auto su chofer la deposita en el garage de su mansión y alli comienza la ópera, espeluznante juego de gato y ratón. Mientras se suceden las etapas de la seducción, el misterioso personaje va develando sus secretos paseando a la sutilmente curiosa Anna/Judith por diferentes habitaciones: la cámara de tortura, el jardin florecido, el depósito de armas y el de tesoros, un simulador espacial – que corresponde a la famosa quinta puerta de la ópera-, la sala de controles con cada prisionera en una pantalla hasta que finalmente en la última recámara Judith revela su identidad, libera a las víctimas y mata a Barba Azul.

El equipo Mitchell-Livina funciona a la perfección auxiliado por la perturbadora escenografia de Alex Eales, los trajes actuales de Sussie Juhlin-Wallen e iluminación cenital de James Farncombe. Redondeando esta entrega dos notables cantantes suecos de parabienes con esta suerte de Sindrome de Estocolmo además actores de garra son encarnaciones ideales de ambos personajes.



Si al principio de su carrera Birgit Nilsson cantó una fenomenal Judith, hoy no sorprende que Nina Stemme, su heredera y compatriota (además merecedora del premio en su nombre el año pasado) aborde triunfalmente el personaje, en esta ocasión tanto mas facetado actoralmente para un cantante. Su textura de mezzo y soprano, por momentos idealmente áspera y velada recuerda a grandes Judiths teutonas como Hertha Töpper o la legendaria Martha Mödl. Si Stemme es la Isolda y Brunilda de su generación, como lo fueron Nilsson y Mödl, su partenaire John Lundgren es el mas reciente consagrado Wotan. Ambos ilustres wagnerianos prestan un servicio invalorable a Bartok.

Quienes discutan la original versión de Mitchell, su enfoque feminista donde la mujer emerge victoriosa cambiando el ambivalente final de la ópera, no podrán negar estar frente a un espectáculo de inusual agilidad para el género, donde la atención no decae ni un minuto, donde la música se funde mágicamente con la escena, donde cada elemento contribuye a la obra de arte total que soñaba Wagner. Un trabajo antológico de tortuosas aristas bergmanianas que merece verse, mas claustrofóbico que cualquier cuarentena, mas sórdido e inquietante que la mejor serie policial nórdica. No se la pierda en https://operlive.de/judith

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