Delirante infierno Koskyano
A través del tiempo, una y otra vez los artistas han servido de criticos feroces a la sociedad en la que viven, observadores agudos e irrefrenables por tratar de mejorarla no les queda otro remedio que revelar, patalear, ilustrar o satirizar. Y en este renglón Jacques Offenbach (1819-1880), aquel genial judio alemán que triunfó en Paris – y que durante la guerra franco prusiana fue denostado por los dos bandos, sea como enemigo teutón o como banal francés – fue el maestro de la sátira en operetas componiendo un centenar entre las que Orfeo en los infiernos ocupa un lugar de privilegio, su primera grande y larga.
Difiere su disparatada versión del mito clásico de Orfeo que rescata a Eurídice de la muerte gracias al poder de la música, aquí su casquivana consorte mantiene un ardoroso affaire con un pastor que no es otro que Plutón, dios del infierno adonde se muda feliz luego de literalmente “pasar a mejor vida”. Será entonces «La opinión pública» la que instará a Orfeo a descender al Hades a rescatar a su esposa, mas que por amor para salvar la moralina burguesa del Segundo Imperio Francés.
Y es aquí que hace su entrada triunfal Barry Kosky, el desprejuiciado director de la Komische Oper berlinesa que revoluciona al mundo de la ópera y especialmente la opereta, como emisario de Offenbach en el Festival de Salzburgo para celebrar el bicentenario del compositor. Como era de esperar, Kosky la despanzurra y rearma a piacere, hasta usa un actor – el genial Max Hopp como John Styx, suerte de mayordomo y Caronte a la vez – que cómicamente dobla a todos los personajes al alemán cual versátil e infatigable ventrilocuo mientras los cantantes miman sus parlamentos.
Asimismo, con la excusa de que es una opereta carga las tintas a niveles nunca vistos en el célebre festival disfrazándola de vaudeville de fin de siglo – “‘un paisaje onírico visto desde una perspectiva actual” reza el programa “una mezcla de absurdo y surrealismo fantástico» – despachándose con procacidades y excesos escénicos capaces de ruborizar al menos puritano. Sátiros, drag-queens, moscas y moscardones, lenguas y bigotes, cuplets desenfadados y el famoso can can del galope infernal del Folies Bergère a cargo de hombres y mujeres con sexo intercambiado, son algunos de los detalles escabrosos de esta monumental parodia que por exceso y longitud al rato empieza a agotarse y agotar. Menos es más y aquí demás es todo el tiempo.
La extraordinaria Kathryn Lewek es una corpulenta Eurydice que despliega envidiable energia y notas a granel frente al adorable Orphee del hispano-portorriqueño Joel Prieto, perfectos en el duo “Ah, c’est ansi?”. Al mismo nivel el Plutón del holandés Marcel Beekman y el Júpiter del austríaco Martin Winkler en el urticante dúo de la mosca. Como broche de oro, la veterana Anne Sofie von Otter encarnando a una tan impagable como implacable opinión pública, que Kosky imagina como una enjuta mujer de pastor protestante sueco (y en sueco!).
Se divierte Enrique Mazzola dirigiendo a la, nada menos, la Filarmónica de Viena, sin perder segundo del delirio arrollador que sucede en escena, regalando una versión efervescente en lo musical mientras el Vocalconsort Berlin y la coreografía de Otto Pichler hacen de las suyas, cada detalle es una broma y un exceso.
Con su provocadora modalidad el director australiano ha llevado la caduca opereta del fin de siglo al musical camp actual, dejando claro que Offenbach, si bien era un artista político comprometido a desnudar la hipocresía reinante, era también un maestro del entretenimiento per se, una combinación que dificilmente halle equivalente en la actualidad.
*OFFENBACH, ORPHEE AUX INFERNS, MAZZOLA, KOSKY, DVD UNITEL 803008