Severidad germánica y poderío ruso en la NWS

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Yefim Bronfman – foto Darío Acosta

 

El programa Wagner-Brahms del viernes en la NWS confirmó que “Lo bueno si breve, dos veces bueno” con una noche que brindó no pocas sorpresas. La mas auspiciosa fue el debut del flamante «conductor fellow» Christian Reif en el Amanecer y viaje de Sigfrido por el Rin de Götterdämmerung. No sólo una composición adecuada para demostrar las virtudes del joven director bávaro sino un poco de agua para los sedientos wagnerianos que por estas latitudes soportan con entereza una injusta sequía, una de la que pueden quejarse menos los devotos de la música antigua, romántica y contemporánea. Vale destacar que otra vez la NWS tomó la iniciativa. Asimismo interesaba comprobar la acústica del hall frente a la atípica masa orquestal wagneriana, fue allí donde se advirtió la minuciosidad de Reif en la lograda diferenciación de planos sonoros y los colosales tutti orquestales vertidos con cálida transparencia aliándose con las ajustadas intervenciones de clarinete y cornos. Todo un acierto.

Totalmente dedicado a la música romántica alemana, la noche cambió de vertiente y de director con el arribo de Brahms de la mano de Michael Tilson Thomas junto a su solista Yefim Bronfman. Siempre fascina escuchar en un mismo programa a los dos herederos de Beethoven, las dos grandes corrientes de la música germánica enfrentándose como amigables rivales representados en esta ocasión por obras de madurez. Por un lado Wagner con el Ocaso (último eslabón de la tetralogía) y por otro, Brahms con su Segundo Concierto para piano. A diferencia de otros grandes conciertos para el instrumento, aqui orquesta y solista tienen igual importancia, en su interacción ambos tejen un tapiz tan intrincado como indivisible, lo que no facilita en absoluto la tarea del pianista enfrentado a uno de los mas complejos y largos en su tipo de la literatura pianística.

En Bronfman se tuvo al solista justo desplegando su acostumbrado arsenal técnico así como un caudal sonoro en franca competición con un ensamble que brilló desde la solemne entrada del corno por Kevin Haseltine y dió el puntapié inicial al dinámico enfoque impartido por Michael Tilson Thomas y un planteo urgente y detallado que literalmente sacó chispas entre piano y orquesta. La intensidad de los dos primeros movimientos cedió ante el lirismo del andante liderado por el cello de Rosanna Butterfield y la evocación de la canción Immer leiser wird mein Schlummer marcando el momento mas bello y substancioso de la velada. El mágico mundo camarístico tan caro al compositor tomó justo protagonismo hasta la llegada del último movimiento donde Michael Tilson Thomas irrumpió con énfasis en el sabor húngaro volviendo a desatar una fenomenal confrontación entre las dos fuerzas antagónicas.

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El domingo prosiguió el mini-festival Bronfman con una espléndida tarde camarística, brillante idea de la entidad que no sólo permite a sus integrantes foguearse con maestros de la talla de Bronfman sino que viene a llenar en parte el vacío generalizado ante la escasez de recitales de solistas célebres en el área.

La versatilidad del pianista fue atestiguada por soberbias lecturas de la Sonata 60 in Do mayor de Haydn – impecable en su soberana claridad y gracia – y la monumental Sexta Sonata de Prokofiev, una de las tres “Sonatas de guerra”. Apoyado por la acústica de la sala, ideal para la intimidad del género, la impactante combinación de poderío y virtuosismo de Bronfman se conjugaron para una versión que hizo plena justicia a una composición tan ardua para intérprete como para público. Heroico, lírico, intenso, contrastante y reflexivo, fue un tour-de-force para recordar.

En la segunda mitad, el Archiduque de Beethoven lo tuvo como líder exhibiendo una vasta paleta de colores y matices unido a un lirismo y balance superlativos que además permitió amplio lucimiento al violinista Jin Suk Yu y al chelista Aaron Ludwig, ambos integrantes de la orquesta. Un exquisito final vienés como postre a una tarde musicalmente reconfortante con el sello de nobleza interpretativa de Bronfman y sus jóvenes entrenados.

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En el WALLCAST, la chelista Rosanna Butterfield durante el Brahms