Miami y su «Talón de Aquiles» musical

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Knight Concert Hall, Adrienne Arsht Center, Miami, foto cortesia Odebrecht

Alarmista, disconforme, agorero, lo cierto es que la preocupación al borde de mi, hasta ahora, callada desazón es inevitable. Agréguese esta pandemia sin visos de finalizar que no sólo ha diezmado al público y sus artistas, ha dejado ver grietas y avivado pesadillas, introduciendo nuevas costumbres, arraigando la comodidad y auspiciando indiferencias para obtener un cóctel poco alentador. Si COVID es excusa para el letargo y la complacencia, es sólo la punta de un iceberg mas amenazador.

Valga como disparador un laureado documental de la DW preguntándose ¿Un mundo sin Beethoven?. La frase gatilla la incógnita angustiante de ¿un mundo sin música clásica? al que nos estaríamos encaminando inexorablemente. Mas allá de algunos desalentadores pronósticos de experimentados en el tema, si por ahora es fantasía, quizá no esté tan lejana como suponemos. No obstante, hacia dónde evolucionar sin involucionar, cómo atraer nuevos públicos sin abaratar el producto, cómo permanecer fiel a la esencia sin desbocarse, cómo incorporar lo nuevo, cómo decantar pronto aquello que sólo el tiempo logra, son algunas de las preguntas acuciantes cuando el mundo de la música académica está en juego. La inmediatez y velocidad actual juegan en contra de este elixir y bálsamo de la civilización occidental destilado durante mas de quinientos años y que como tal se aprende a saborear con el tiempo.

En el ámbito local, debiera empezar a considerarse que en nuestra “pujante metrópoli” las noticias no son tan buenas como pregonan ciertos artículos que ensalzan una inaudita prosperidad artística. A no engañarse, al menos en esta disciplina – la de la música erudita – las perspectivas son cada vez menos alentadoras con el agravante de haber sido heridas ferozmente por la pandemia. 

La cancelación de la residencia invernal de la Orquesta de Cleveland ha sido vista por muchos melómanos como literal deserción, debe sumársele las cancelaciones de otros conciertos de organizaciones mas pequeñas para completar un panorama preocupante, otra vez, la punta del iceberg. Afortunadamente siguen en pie, aunque en delicado equilibrio, algunos importantes conciertos de la presente temporada. Sin menospreciar en absoluto la labor infatigable de meritorias orquestas locales así como las de universidades, no puede negarse que una ciudad como Miami merecería una orquesta acorde a su estatus metropolitano para poder competir con sus pares. Lo que se tiene no alcanza, como dice el refrán “cuando mejor es posible, bueno no es suficiente”. Extinta la Filarmónica, añorada por los que pudimos disfrutarla entre 1985-2003, la visita anual de la Cleveland no ha sido mas que un sueño prestado; de hecho, seguirá siendo bienvenida pero no nos pertenece. 

Miami exhibe una apreciable curva ascendente en las artes plásticas, ballet, danza, teatro, música popular y experimental. Son algunas de las disciplinas que van cobrando la debida, imprescindible dimensión, sin poder dejar de mencionar la fortuna de albergar la New World Symphony, la estupenda academia orquestal americana que ha debido actuar como orquesta profesional local sin serlo amén de otras organizaciones que contribuyen como semilleros de talentos. El Talón de Aquiles es la mal llamada música clásica que sobrevive a duras penas, diríase milagrosamente. Van extinguiéndose en silencio entidades señeras y parte de ese público ha envejecido o fallecido siendo un enigma donde quedó el restante o donde está el nuevo que debería tomar su lugar. Si bien el tema de la asistencia es un fenómeno que sucede en todas partes, aquí cobra especial notoriedad al promocionársela como “ciudad del futuro”, una que febril levanta rascacielos, que «gentrifica» y «beautifica» a mansalva, donde el lujo y ostentación están a la orden del día. Para quien lo ve de afuera, es tan incomprensible como inadmisible. Dentro de este ansiado perfil de gran metrópoli, es un rubro que flaquea y un lujo que debería, y que no le costaría tanto, permitirse.

Antes de que sea tarde, quizás sea el momento de organizar, planear, fundar una orquesta importante que sirva a conciertos, ópera y ballet. Con la ventaja de que a diferencia de décadas atrás, cuando la actividad musical era mayor, hoy se cuenta con salas adecuadas como el Adrienne Arsht Center y una academia orquestal (más los conservatorios de universidades) que podría proveer jóvenes instrumentistas incorporándolos al nutrido contigente de músicos locales e internacionales que desean establecerse en nuestras costas.  Quizás la suerte acompañe, despierte ideas y anime a emprendedores y benefactores, y le permita crecer en vez de marchitarse tan de golpe; que se aproveche este largo hiato del COVID para reflexionar y actuar sumando bienvenidos vientos de inclusión y diversidad, y para que incluso la crítica no deba ser en exceso benévola, sino rigurosa y constructiva, como otro instrumento formativo de público y gusto, que es su razón de ser.

Ignorar o decretar que la música erudita no está de moda, que no interesa, o que no tiene cabida en nuestro ámbito local denota suprema ignorancia. Aunque sea la que menos se ve, es parte del alma de toda gran ciudad, es un órgano vital que cumple funciones nutritivas, y como los padres, sólo se lamenta cuando ya no están. Una ciudad así huérfana invita al peligro, ignorancia y omnipotencia. Así como sería impensable un mundo sin Beethoven, una gran ciudad sin esta música sería una ciudad de indiferentes y cobardes; y como el arte no es mas que un acto de coraje, debe apoyarse.

artículo aparecido en MIAMI ARTBURST:

Miami y su creciente orfandad clásica

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NEW WORLD SYMPHONY MIAMI BEACH