«Die Sena»: adiós en el día de la música

Sena Jurinac - Cortesía Archivos Metropolitan Opera, NY

Kammersängerin Sena (Sebrenka) Jurinac-Lederle

(24 de octubre de 1921 – 22 de noviembre de 2011)

Un triste día de y para la música. A la noticia de la muerte, hace horas, de Montserrat Figueras (63), se suma la de Sena Jurinac (90). Con ella se cierra uno de los últimos capítulos de esa breve edad de oro del canto que surgió, mejor dicho, “resurgió”, en la Viena de inmediata posguerra. Referente de la interpretación mozartiana y straussiana, la incomparable cantante croata – tan incomparable como sus colegas Elisabeth SchwarzkopfIrmgard Seefried y Lisa Della Casa – fue una de las glorias de la ópera vienesa  y  por ende, del Festival de Salzburgo.

Su curiosidad e inteligencia dramática la llevaron a abordar un amplísimo repertorio que incluyó personajes tan disímiles como Tatiana, Tosca, Leonora, Ilia, Cio Cio San, Iphigenie, Elisabetta, Lisa, Mimi, Marenka, Eva, Gutrune, Desdemona, Manon, Poppea, Marina, Jenufa – y mucho después Kostelnicka – y Marie en Wozzeck dirigida por Bruno Maderna, afortunadamente  preservada en DVD.

Pero, fue su vibrante combinación eslava y vienesa sumada a un instrumento tan de oro como de plata (el significado de su nombre) lo que le permitió dejar una imborrable doble impronta en las tres óperas del binomio Mozart-Da Ponte: Fiordiligi (que nunca cantó en Viena) y Dorabella, Donna Elvira y  Donna Anna, Cherubino y la Condesa Almaviva – así como en composiciones de Richard Strauss. Del bávaro fue una gran exponente del Compositor de Ariadne auf Naxos y una de las poquísimas en cantar a lo largo de su carrera los tres papeles de El Caballero de la Rosa: Octavian, Sophie y finalmente una paradigmática Mariscala con la que se despidió del escenario vienés en 1982, después de 1268 funciones  en 46 papeles, y que cantó en su recordada visita al Teatro Colón de Buenos Aires en 1969.

De su inicial Mimí en Zagreb (1942) pasó, gracias a Karl Böhm – quien cambió el «Sebrenka» por el diminutivo «Sena» – a la Volksoper de Viena el 1 de mayo de 1945. Allí, para los soldados rusos en la platea, debutó como Cherubino junto a la Susanna de Seefried dirigida por Josef Krips: «No teníamos qué comer, ni tranvías y un apartamento medio bombardeado en un sexto piso, pero nos sentíamos bendecidos: seguíamos vivos y podíamos cantar».

Ascendida a Kammersängerin en 1951, para el público era simplemente “Die Sena” y como parte del renombrado Wiener Mozart Ensemble en su primer año cantó la friolera de 150 representaciones cuando la reapertura de la Wiener Staatsoper en 1955. Favorita de Herbert von Karajan (que para no perder su costumbre la animó a papeles más allá de sus posibilidades), Erich Kleiber, Rudolf Kempe, Knappertsbusch, Klemperer y sobre todo Fritz Busch, amplió sus horizontes y fue  amada en Gran Bretaña: Covent Garden, Edimburgo y especialmente el Festival de Glyndebourne que fue como su otra casa.

Siguieron La Scala, Roma, Sydney, Florencia, Estocolmo, Paris, Amsterdam, Munich mientras América permaneció siempre elusiva. En San Francisco fue Madama Butterfly pero nunca cantó en el Metropolitan Opera a raíz del encono de Rudolf Bing porque ella se había negado a estrenar Vanessa de Samuel Barber, originalmente concebida para Maria Callas y estrenada luego por Eleanor Steber.

Si su legado discográfico fue más sucinto que el de otras contemporáneas – «El mayor error de mi carrera fue no haberme casado con un productor discográfico», decía aludiendo a Elisabeth Schwarzkopf y Walter Legge – las grabaciones captan un timbre refulgente, suprema musicalidad e intuitiva elocuencia escénica.  Un crítico llamó a su voz andrógina «Romeo y Julieta en una laringe» y Jurinac se ocupó de confirmarlo en el Fidelio de 1961 dirigida por Klemperer (Testament), Las bodas de Figaro con Vittorio Gui (EMI), Der Rosenkavalier con Kleiber padre, Cosí fan tutte -inolvidable en Per pietá ben mio – y en una de las primeras grabaciones de las Cuatro últimas canciones con Fritz Busch.

Su magnética presencia puede apreciarse en DVD, en el Wozzeck mencionado (Arthaus), Otello en alemán junto a Wolfgang Windgassen (Arthaus), Ariadne auf Naxos (Komponist, Karl Böhm, 1965), el Octavian del film de Paul Czinner-Karajan junto a Schwarzkopf  y como un último «souvenir» en  la Bruja de Hansel y Gretel en la versión Solti-Everding (DG).

Melanie Diener, Bo Skovhus, Christine Schäfer y Piotr Beczala fueron algunos de los que se beneficiaron con sus enseñanzas. Casada primero con el barítono Sesto Bruscantini y luego con el doctor Josef Lederle, «Die Sena» – y cabe parafrasear al poeta Pedroni – se «fue el dia de la música, no fue un día cualquiera». Enérgica, inclaudicable, impuso su estilo hasta el final, como aquel fogoso Compositor que tan bien encarnó y que en este triste día de la música es a la vez, su mejor reflejo y tributo:

Musik ist eine heilige Kunst,

zu versammeln alle Arten von Mut wie Cherubim um,

einen strahlenden Thron, 

und darum ist sie die heilige unter den Künsten, die heilige Musik!