Seraphic Fire, noble bálsamo musical
Para Seraphic Fire, el concierto inaugural de su temporada décimo cuarta tuvo connotaciones extramusicales que acabaron por contribuir y reforzar el renglón puramente artístico. De fuerte emotividad, en todo sentido fue un concierto extraordinario, “encendido” por el recuerdo de su benefactora Ruth Sackner fallecida días antes (*). Desde el vamos junto a Marvin, su marido, Ruth fue una de las incondicionales entusiastas del grupo y el programa, concebido hace meses, resultó del principio al fin tan certero como inesperado tributo.
Armado con composiciones germánicas del siglo XIX y un estreno comisionado al joven compositor americano Jake Runestad, la temática del concierto fue, en definitiva, amor y muerte; impregnado por la severidad de Brahms, el humanismo de Beethoven y la inocencia de Schubert más el misticismo de Rheinberger, un nostálgico Handel y la mirada joven de Runestad. El resultado fue una feliz conjunción de hora y media de música interpretada por un ensamble en estado de gracia bajo su creador Patrick Quigley secundados por las cuerdas de The Sebastians.
El inicial Canto Elegíaco de Beethoven alcanzó inusitada trascendencia ( “Dulcemente, como viviste así fue tu muerte, demasiado bendita para el dolor!”) seguido por el Salmo 13 de Brahms a cargo de la fila femenina, incorporándose luego los hombres para O Heiland reiss die Himmel auf, uno de los dos bellísimos motetes del Opus 74 para coro a capella. En la iglesia All Souls de Miami Beach, las voces parecieron multiplicarse creando una sonoridad sobrecogedora tanto en la serenidad del Beethoven como en la circunspección del Brahms.
El severo romanticismo alemán fue un preludio apropiado al estreno The Hope of Loving del compositor presente en la sala, al tratarse de una obra fresca, accesible, con seis textos extraídos de Love Poems from God de Daniel Ladinsky sobre voces místicas de Oriente y Occidente que acompasan el camino musical transitado por los Seráficos. Desde el primero de la poeta sufi Rabia del siglo VI a San Francisco de Asís y el Maestro Eckhart, sin olvidar a San Juan de la Cruz y el persa Hafiz de Shiraz, los textos fueron avivados por la honesta música de Runestad que brotó libre de cliches e ideas preconcebidas. Las espléndidas intervenciones de James Bass y Sarah Moyer en su simpleza captaron la raíz esencialmente americana de la composición mientras The Sebastians hicieron lo suyo en el interludio instrumental The Heart’s Veil. Vale destacar que The Hope of Loving no queda atrapada por los textos ni cae en la convencional papilla mística, Runestad obtiene un envidiable balance donde la música per se es la protagonista encargada de revalorizar la poesía.
Los Sebastians abordaron el Trio Sonata en sol menor de Handel demostrando su calidad como grupo de período con un sonido rico y elegante sin empastes innecesarios para entrar luego de lleno en la Misa en Sol Mayor de un Schubert de dieciocho años. Al vienés le quedaría apenas algo mas de una década de vida. Una de las menos conocidas de las cinco que compuso, se aviene perfectamente a las posibilidades camarísticas de Seraphic Fire, de ahí también una lectura tan luminosa como devocional, el rasgo mas notable de una composición cuya pureza de expresión es su mas preciado atributo. Si Stephen Soph aportó el exacto esmalte requerido en la parte tenor y Charles Evans en su asignación de bajo, fue Sara Guttenberg quien completó el trío de solistas con una participación memorable, la voz libre y poderosa atravesando toda barrera hasta convertirse en vehículo mensajero de luz.
La decisión de Quigley de interpolar los Tres Cantos Espirituales del compositor lichtensteiniano (y maestro de Humperdinck y Furtwängler en Munich) Joseph Rheinberger (1839-1901) fue arriesgada pero supo integrarse a la misa para contribuir a exaltar el sentimiento devocional que primó en toda la velada, una tarde de altísimo nivel y con obras, lamentablemente, poco frecuentadas en el ámbito local. Fue un homenaje espontáneo donde se apreció el bálsamo y consuelo de la música, donde hasta el merecido aplauso final pareció estar de más.
Información próximo concierto 6-8 Noviembre: Handel Coronation Anthems
(*) A título personal
Ruth Sackner
No se que me gustaba mas, si su voz tersa y oscura o su rostro distinguido y radiante. Lo que sí se, es que Ruth Sackner era el mejor ejemplo de la sentencia orwelliana ( «sentencia»en todo el sentido de la palabra) que “A los cincuenta años cada uno tiene la cara que merece” trasladada al siglo XXI, cuando hoy cincuenta afortunadamente son ochenta.
Al filo de esa edad que planeaba celebrar con viajes y encuentros, y de sus sesenta junto a su inseparable Marvin, Ruth Sackner embellecía con los años, era el consenso general. Era un ícono cultural de Miami, siempre estaba donde había que estar pero, y como debe ser, feliz de pasar inadvertida. Nos conocimos gracias al extraordinario archivo de poesía visual que amasaron durante décadas – el mas grande del mundo – y la música que tanto amamos. Aunque Ruth llegó algo tarde a mi vida supimos aprovechar una amistad que nacía de la mutua admiración y de la feliz coincidencia de descubrirnos casi vecinos, se atribuía ser mi “Girlfriend next Building” y era mi privilegio. No pasaba mañana en que no recibiera un email comentando algún artículo o preguntando el sentido de alguna frase, porque Ruth se tomaba el trabajo de leer mis artículos en español, diccionario en mano, para luego comentarlos.
Su insaciable sed de conocimiento e información y su capacidad de asombro y disfrute eran su secreto de juventud. La recuerdo literalmente transportada en un recital barroco de Maria Cristina Kiehr; en una “Schubertiade” en la galería a raíz de una muestra pictórica diciéndome “Me siento en Viena sólo me falta Sacher Torte” o guiñándome un ojo, pícara después de una Pasión de Bach por sus adorados Seraphic Fire, de quienes fue bastión incondicional, susurrándome al oído “Me gustó tanto que estoy pensando cambiar de religión”.
Esta mujer bella y esbelta que inspiraba respeto y simpatía, que irradiaba dulzura y bonhomía a manos llenas había nacido un 14 de marzo, era otro secreto que nos unía y que ella recordaba muy bien (“I know, I know, same day as your “Chaina”). Faltaban sólo días para la presentación de un proyecto querido, el libro sobre The Art of Typewriting, una presentación que será de asistencia obligatoria el 27 de octubre en Books & Books.
Este 2015, la desaparición de Ruth Sackner, así como la de la crítica decana del Miami Herald Helen Kohen, ha privado a Miami de dos mujeres que se fueron, mejor dicho nos dejaron, relativamente jóvenes y en plenas facultades intelectuales, dejando un vacío difícil de llenar. Como la bondadosa Myriam del manantial bíblico, Ruth partió mansamente durante el sueño para regresar a la fuente. Que ese manantial no se seque, es el deber de una comunidad que la echará mucho de menos.
*Ruth Sackner, Filadelfia, 14 de marzo de 1936 – Miami, 11 de octubre de 2015
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