Beczala vencedor

Rey entre los tenores de su era, el polaco Jean de Reszke (1850-1925) llegó a ser leyenda si bien hoy resulta imposible juzgarlo en las precarias grabaciones de 1900. Afortunadamente el siglo XXI ha traído consigo otro tenor polaco a un estrellato capaz de revivir los laureles de su predecesor. Es Piotr Beczala quien recoje el cetro con un canto noble donde priman musicalidad y elegancia. Y en ese renglón trae el recuerdo de inmensos colegas líricos del pasado reciente como Jussi Bjorling, Fritz Wunderlich y en mayor medida, Nicolai Gedda, no cabe mayor elogio afirmar que Beczala los evoca instintivamente.

Beczala hace gala de una combinación de expresividad y recato tan admirable como sólida, evita el desborde y apunta a una luminosidad sonora que parece surgir naturalmente pero que es producto del escrupuloso balance entre experiencia y espontaneidad. El color es cálido, tan carnal como noble,  amplio en la mejor tradición de los grandes exponentes de su cuerda. A los 53 años se halla en plenitud vocal e interpretativa después de recorrer un camino iniciado hace casi treinta años luciéndose en un repertorio diverso que abarca desde el Edgardo de Lucia pasando por Fausto y el Lensky de Eugenio Onegin hasta un espléndido Lohengrin wagneriano que cantó en Dresde y en el Festival de Bayreuth.

Después de excelentes recitales discográficos dedicados a Verdi, opereta, ópera eslava y francesa, en su última entrega aborda el verismo, ese terreno popular y generoso plagado de escollos y tentaciones, de efectos fáciles para emocionar al público y a los que es muy fácil apelar si se es propenso al efectismo. Pero Beczala se contiene con una clase que debe enfatizarse, con buen gusto al servicio de la emoción. Esto no quita los agudos y medias voces perfectamente colocados y además, un gozo por cantar que contagia en esta sucesión de arias cortas emblemáticas del verismo, esa escuela de “veritá” que se adelantó casi un siglo al neorrealismo cinematográfico peninsular y que encarnan el espíritu del pueblo italiano como ningún otro.

Asi se lanza al ruedo con Turiddu y Canio de Cav-Pag saliendo airoso con el brindis y adiós a la madre asi como el célebre Vesti la giubba, afortunadamente sin llantos ni sollozos. Es en las arias de Andrea Chenier donde Beczala cala hondo con la anhelada ensoñación imprescindible para encarnar al poeta de la revolución francesa. Asimismo otro artista, el pintor Mario Cavaradossi de Tosca de Puccini lo halla en exquisita, heroica voz en sus dos popularísimas arias. Un Recondita armonia evocada como en estado de gracia al igual que la intensidad del breve pero fogoso Amor ti vieta de Fedora y las ardorosas arias de Maurizio en Adriana Lecouvreur plasmada con legato y gusto impecables.

El grupo Puccini, compositor con el que tiene indudable afinidad, queda para el final. Aqui el tenor plasma cada personaje desde ópticas diferentes. Si Mario abrió el programa, no sólo quedan Des Grieux, Pinkerton, Dick Johnson, Calaf y si bien falta Rodolfo, son mas que bienvenidos el lirismo del joven Rinuccio del Trittico y la Orgia chimera de Edgar, uno de los momentos cumbres del recital que finaliza con el infaltable Nessun dorma de Turandot, hoy por hoy rayano en la insolencia máxime si se atreve a titular el compacto con el Venceré que corona el aria. Vale decir que Beczala se apunta otro gol secundado por el italiano Marco Boemi y la Orquesta de la Comunitat Valenciana.

Los verdaderos artistas tienen el don de interpretar lo trillado e iluminarlo, aportándoles inusitada frescura. Esa es la mayor virtud de Beczala, abordar las arias mas frecuentadas del repertorio desde un lugar natural sin sofisticaciones innecesarias, y reverdecerlas. En un territorio donde sólo Jonas Kaufmann aparece como rival natural, y por cierto amigable, destacando que el bávaro es un cantante en las antípodas en cuanto a color y enfoque, el polaco asimismo vence por mérito propio.

*VINCERO, BECZALA, BOEMI, PENTATONE PTC5186733 SACD