Plácido Domingo & Jonas Kaufmann: Ser o no Ser

Placido Domingo - Verdi Album Cover

Se viven tiempos vertiginosos que obligan a saltar fronteras, amén de las connotaciones positivas o negativas que acarreen, incluso las mas naturales son franqueadas con arrojo.  Nunca tan vigente el ser o no ser, como también el se nace o se hace. Y a propósito del bicentenario del grande de Busseto no podían faltar estos dos recitales en su homenaje que invitan a observar algunas coincidencias entre sus intérpretes. Entonces, reaparece la vieja controversia cada vez que Plácido Domingo canta como barítono y  Jonas Kaufmann como tenor verdiano, dos rótulos que fruncen el ceño a mas de un conocedor.

No es preciso recordar que el español es – quizá junto a Maria Callas – el mas importante, versátil, popular y en definitiva, asombroso cantante lírico del último medio siglo. Asombro que también aplica a su vigencia y envidiable estado vocal ya bien pasados los setenta, record que muy pocos pueden ostentar. Todoterreno tan irrepetible como inimitable, el «inoxidable» Domingo parecería querer finalizar su carrera tal como la empezó, es decir, en la cuerda de barítono. Un registro que  abandonó un año después (1959) para instalarse en su ámbito natural de tenor donde, unido a sus condiciones histriónicas, tuvo pocos o ningún rival durante décadas.

Pero esta suerte de válido retorno a sus raíces no está libre de escollos insalvables. Esencialmente porque Domingo no es un barítono y en consecuencia, este recital se desliza hacia la categoría de lo anecdótico. Sus incursiones escénicas baritonales se ven imbuidas de un oficio y magnetismo capaces de convencer a vastos sectores de la audiencia pero en disco la situación cambia. Siguen presentes sus «marcas de fábrica», léase la admirable línea de canto, el fraseo que hace un recitativo tan importante como el aria misma, una lozanía vocal que no deja de sorprender sumado a la expresividad lograda en el Cortigiani o Eri tu. Con todo, no puede enmascarar ser un tenor queriendo cantar como barítono verdiano, por otra parte, una raza practicamente extinguida.  

Si el público ha disfrutado y aceptado a sopranos que con el tiempo han devenido en mezzos (con variables resultados) en el renglón masculino no parecen aplicar las mismas reglas, los ejemplos son escasos y el chileno Ramon Vinay su antecedente más cercano. En todos los casos, el motivo es seguir gozando con artistas de especial calibre artístico que siempre tienen algo extra que aportar. Este gusto personal que se da el veteranísimo cantante cuenta con el impecable marco sonoro creado por Pablo Heras Casado y la orquesta de la comunidad valenciana. Ante esta nueva reinvención del ídolo, la audiencia seguirá dividida por un recital para la anécdota, como su imagen que en la portada «parafrasea» al famoso retrato de Verdi firmado por Giovanni Boldini  (SONY 88883733122).

No se esperaba que el cetro de Domingo no recayera en los candidatos promovidos como tales, menos aún en un tenor venido del otro lado de los Alpes: Jonas Kaufmann, hasta el momento, el mas firme sucesor. Ambos han coincidido en personajes donde demostraron absoluto dominio  – Siegmund, Florestán, Werther, Lohengrin o Parsifal -; ambos han transitado caminos opuestos, Domingo incorporó Wagner en su madurez (intentó el caballero del cisne en 1968 pero decidió esperar quince años hasta incorporarlo a su repertorio) como ahora Kaufmann hace con Verdi, dejando campo a la experimentación a partir de terreno mas seguro.

Aquí tampoco se está frente al típico tenor verdiano, y el tema también dará paso a interminables polémicas entre quienes critican su emisión poco ortodoxa cuando no poco “italiana”.  No obstante, Kaufmann conquista con soberbia expresividad y excepcional carga dramática vertida en la diferenciada concepción de cada personaje. En ese recorrido por la galeria verdiana, el menos afortunado es el Duque de Mantua que inicia el recital. Lo sigue una sucesión de formidables retratos, desde un Celeste Aida con todas las de la ley – incluído el temido diminuendo final – a Quando le sere al placido, saliendo también airoso como Don Carlo y Manrico. El muniqués maneja sabiamente una peculiar combinación de ternura y fiereza gracias a un metal que alterna con exquisitos claroscuros traducidos en espléndida media voz y pianisimos. 

Domingo se dio el gusto con Tristan y no está lejos el día que Kaufmann intente Otello. Cabe recordar que cuando el español debutó como el moro a los 35 años, se alzó un coro de voces agoreras – incluída la mismísima Renata Tebaldi – pronosticando el fin de una carrera. Se equivocaron. A los 44, Kaufmann espera por la oportunidad que no tardará en llegar. Mientras tanto, y como era previsible, los dos momentos mas reveladores del cedé son Dio Mi potevi scagliar y Niun mi tema, plenos de una declamación afilada, de una emoción controlada y apabullante intensidad que en timbre y color evoca – otra vez – a Jon Vickers e incluso al inmenso Melchior. A diferencia de su opulento recital Wagner con Donald Runnicles y la orquesta de la Deutsche Oper Berlin (flamante merecedor del Gramophone 2013) en esta ocasión lo acompaña la mas modesta del teatro de Piacenza bajo Pier G. Morandi (SONY 88765-492042)

Como el mundo, también la lírica vive tiempos difíciles, extraños, osados, irreverentes, sin duda estimulantes. Domingo y Kaufmann son artistas en todo sentido diferentes, y por ende polémicos. Intérpretes que saben mantener en vilo a su audiencia y a raya a sus detractores. Artistas donde vuelve a confirmarse el eterno desafío y la acuciante responsabilidad de ser o no ser.

 

Jonas Kaufmann_The Verdi Album_cover