El ocaso romántico por Max Bruch

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Decir Max Bruch es decir un célebre concierto para violín (el primero de los tres que compuso) y Kol Nidrei, un clásico adagio sobre temas hebreos compuesto por este alemán censurado por los nazis por no ser del “todo” ario. Lo cierto es que Bruch no era judío y quizás hasta fue levemente antisemita según un reciente artículo de Leon Botstein.

Su obra de cámara permanece postergada y la idea de grabar sus cuartetos para cuerdas completos cobra mayor interés al haberse descubierto recientemente en Frankfurt un tercero, de hecho el primero compuesto cuando tenia sólo catorce años. Es una obra para una beca que aprobó Louis Spohr en vista de las condiciones del joven y que mucho le debe a Schumann y Mendelssohn; y que, como toda la obra del compositor enraiza con la más severa tradición alemana del mencionado Félix y sobre todo Brahms.

El excelente Diogenes Quartett aborda los tres en este flamante compacto que merece considerar todo amante del género así como todo curioso mas allá de Dvorak o Schubert, músicos que también evidencian haber dejado su marca en Bruch. Si bien no son obras esenciales (no todas tienen por que serlo), su inclusión en el catálogo discográfico es una excursión a los rincones menos iluminados del romanticismo tardío, y si hoy podría considerarse “derivativo” no deja de llevar todo el vigor y lirismo de la mejor cosecha.

Curiosamente es este opus póstumo lo mas interesante de la edición, cuyo segundo movimiento – Nocturno – revela su don para la melodía tratada con rotunda expresividad asi como la sucesión de ideas que brotan ininterrumpidas y a la vez, firmemente bajo control. Impecablemente plasmado, es una feliz combinación de juventud y madurez. La misma calidez e intrincada trama sonora de adolescencia acompaña los otros dos escritos a los 18 y 22 años. Estos tres únicos cuartetos llevan la impronta de la juventud de uno de los compositores mas precoces de su era – compuso un valioso septeto a los once – dueño de una paleta exquisita y que sin haber sido un revolucionario o innovador (fue ferviente antiwagneriano y luego se opuso al naciente atonalismo) merece conocerse.

Para Bruch, su música de cámara, emparentada en su heroísmo con Mendelssohn y en el fluir melódico de Schubert, quedará atrás cuando se aboque a los conciertos para violín, la Fantasía Escocesa y su oratorio Moises; sólo retornará a ella al final de su vida en forma de quintetos y un octeto para cuerdas que datan de 1918-20.

Los miembros del Diogenes aplican el requerido toque rústico, capaz de evocar las dudas y asperezas de la juventud y el misterio de un romanticismo ido que permeó la música europea hasta incluso las postrimerías de la primera gran guerra, una que cambiaría para siempre las vidas y el enfoque de tantos artistas y hombres.

*BRUCH, STRING QUARTETS, BRILLIANT CLASSICS 95051