El regreso de Ingrid Fliter
Regresa a Miami la pianista argentina Ingrid Fliter, esta vez con la New World Symphony dirigida por Roberto Abbado para Noches en los jardines de España, una oportunidad para escucharla en un repertorio con el que no se la asocia tanto como el romántico del siglo XIX, en especial Chopin, «padre» de sus mayores triunfos («Lo siento como a un miembro de mi familia» – dice Fliter – «Crecí con él, me identifico natural y profundamente con su música. Es injusto haberlo etiquetado de sentimental, tiene la intensidad de la mirada poderosa que acecha interrogando sin perder compostura y elegancia»). Vale recordar que en el año 2000 ganó la medalla de plata en el célebre concurso de Varsovia y que sus dos últimos registros, con excelente recibimiento por parte de la crítica especializada, son un literal festival para los amantes del gran polaco: los Preludios completos y los dos Conciertos para Piano con la orquesta de cámara escocesa dirigida por Jun Märkl.
Nacida en Buenos Aires en 1973, es nieta de judíos ruso-ucranianos, estudió con la legendaria Elizabeth Westerkamp y debutó en el Teatro Colón de Buenos Aires a los 16 años. Se perfeccionó en Italia y su salto a la fama internacional llegó gracias al Premio Gilmore, convirtiéndose en la primera mujer en obtenerlo.
El Gilmore es uno de los premios mas importantes del ámbito musical, cuyos ganadores son seguidos en secreto por el mundo durante años «Fue absoluta sorpresa y me abrió las puertas del mundo, me permitió colocar mi energía donde debo, me dió un contrato con EMI y me proveyó el privilegio de elegir, de poder aceptar o rechazar propuestas. fue un regalo caído del cielo».
Ni premios, ni fama afectaron a esta artista rigurosa cuyo lema es «Seguir dando consciente y constantemente lo mejor de mi misma a fin de transmitir al oyente mi experiencia, ese momento donde se habla por el compositor porque la música es un refugio contra la amenaza del mundo exterior.»
Según Fliter «Hoy se padece de la búsqueda del producto perfecto. No se puede caer en un ascetismo sonoro que no deje experimentar o equivocarse. Huyo del tecnicismo extremo, de la falta de humanidad, prefiero la espontaneidad y la emoción esencialmente humanas. Mi tarea es rescatar, tocar la fibra íntima con lo verdadero y trascendente. La música clásica está escrita por humanos para humanos, va directo al corazón. Ese es mi desafío y mi propuesta».
Poderosamente atraída por las artes plásticas, Fliter se dedica a la pintura en sus ratos libres pero está alerta y consciente del avance de los medios visuales en el campo de la música «Somos una civilización visual con un bombardeo de emociones instantáneas muy adictivas. Al mismo tiempo que multiplica las posibilidades atenta contra la intimidad y profundidad. Nos dejamos invadir por una energía alejada de la reflexión».
El hallazgo y desarrollo de su vocación se la debe a sus padres, factor fundamental que no deja de recalcar como ejemplo a seguir así como la influencia de colegas argentinos «mayores» como Daniel Barenboim y en especial Martha Argerich («le estaré eternamente agradecida por su apoyo cuando llegué a Europa. Es un referente constante. Martha es una diosa intocable, única e irrepetible, poseedora de una espontaneidad creativa deslumbrante y arrolladora.»).
Su repertorio incluye a favoritos como Bach, Beethoven, Haydn, Brahms, Schumann, y los franceses así como Ligeti y sus compatriotas Golijov y Piazzolla («Aunque se lo dejo a los especialistas, es particularísimo. Su idioma es como el inglés: se lee de un modo pero se pronuncia diferente»).
Cualquiera que sea el idioma, será un placer volver a ver en el escenario local a esta estrella que debutó muy joven en Miami en la serie pionera de Giselle Brodsky, que regresó como solista de la Orquesta de Cleveland y que hace ahora su tercera entrada en un apetitoso programa de la New World Symphony que incluye la Quinta Sinfonía de Beethoven y El amor brujo con la mezzosoprano Amanda Crider como solista. El concierto de la noche del sábado será transmitido al Wallcast, así que no hay excusas para perdérselo.
