Un trío esencial desde y para el corazón

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Sharon Robinson, Jaime Laredo y Joseph Kalichstein

La visita anual del trío Kalichstein-Laredo-Robinson para Friends of Chamber Music ya es uno de los clásicos de la temporada musical de Miami. Enhorabuena. Con casi cuatro décadas de actuación de altísimo nivel, debe anotarse que el recital del domingo 9 de febrero tuvo connotaciones especiales, estricta y afortunadamente musicales. El nutrido público convocado en el Gusman Theatre de UM gozó de un recital poco menos que perfecto gracias a un programa que reflejó las bondades y nutrientes de la literatura camarística enraizada en el más rotundo romanticismo. En su breve y exacta alocución previa, Joseph Kalichstein previno que el programa representaba “Música desde y para el corazón”. Tuvo razón, no hubo un momento sin esa inconfundible palpitación. 

Después de una semana que propinó dosis de espectacularidad y banalidad algo mas exacerbadas que las habituales, reconfortó comprobar el efecto balsámico que puede obrar la reunión de apenas tres instrumentos en un escenario vacío haciendo música. Y qué música. Y que intérpretes. Música que nació del silencio absoluto para crecer e instalarse por espacio de dos horas (vale destacar que sin un celular ni tos ni aplauso inoportuno, un detalle que sumó puntos a este breve paraíso) hasta apagarse tal como empezó. Sin grandilocuencias ni efectismos, válida y rendidora sólo por la suma de dos factores artísticos que juntos son dinamita: verdad e intensidad. 

El Nocturno Op. 148 de Schubert no sólo es uno de esos adagios ideales para que el desprevenido sucumba ante la música de cámara, es el genio de Schubert decantado en la mas pura melodía, otro Lied, otra canción acompañada por un pizzicato que es marcha solemne, agreste, exquisita, feliz o fúnebre, según el ánimo del oyente. El efecto es único. En perfecta armonía le siguió el segundo trío para piano, violín y cello de Antonin Dvorak; menos conocido que el “Dumky”, igualmente certero en la versión del KLR que por primera vez lo interpretaban en público, aunque a estas alturas el trío pareciera conformar un solo ente musical con seis brazos (por monstruoso que suene, un halago merecido).

Tanto el espíritu de Schubert como el de Brahms estuvieron presentes, jugando a dos puntas y a las escondidas, en el Dvorak como en el Mendelssohn que cerró oficialmente la velada. Esa intensidad brahmsiana, lacerante como el Schubert de Erlkönig y subyacente en su Nocturno inicial se conjugó magníficamente con el espíritu juguetón de obvio matiz eslavo no sólo en el Dvorak sino también en el segundo trío de Mendelssohn; en las acertadas palabras de Kalichstein “Injustamente etiquetado de elegante y liviano.. es nuestra tarea mostrar su postergada profundidad y reciedumbre”. Fue un tour-de-force ejecutado con la naturalidad mas bienvenida, virtud que terminó de mostrar las conexiones más intimas y sin embargo evidentes de tres compositores con voces distintivas aunadas por una misma corriente estética.

Como por una vez ninguno de los tres ejecutantes parecieron estar de acuerdo, en lugar de uno decidieron interpretar los dos bises preparados por si acaso. La ocasión lo merecía. A un delicioso arreglo de Summertime siguió el Adagio del Gassenhauer beethoveniano, inmejorable final “cantado” para una velada de canciones sin palabras desde y para el corazón. Que se repita, proveen un suplemento vitamínico irremplazable, un antídoto contra toda posible mediocridad.

* Próximo concierto de la Friends of Chamber Music: Wallis Giunta y Ken Noda – 27 de marzo