Despliegue de talento en la New World Symphony
Si en cuanto a «nombres», es uno de los conciertos menos rutilantes de la temporada – aunque tenga su merecido Wallcast – no deja de ser uno de los mas importantes. Es el que muestra que clase de músicos componen la New World Symphony, en este preciso caso claramente la “Academia orquestal americana”. El ensamble posee tal nivel que sus integrantes pueden desempeñarse como solistas, de eso se trata “Concerto Showcase”, una cita anual con lo mejorcito de la orquesta.
Este año volvió a contar con la experimentadísima dirección de Alasdair Neale, pilar de la NWS desde hace décadas y sabio formador de jóvenes talentos. Bajo su batuta cuatro músicos tuvieron el honor de interpretar una obra en condición de solistas. Fue una velada larga pero nutritiva para todos.
Abrió el fuego una pieza inesperada, el Concierto para tuba y orquesta de cuerdas del noruego Aril Plau (1920-2005). Compuesto en 1990, no es una obra maestra ni pretende serlo, sino un muestrario de lo que se puede hacer con un instrumento importante relegado a las profundidades de la orquesta. El canadiense Jarret McCourt (25) fue un solista impecable, capaz de cantar con el instrumento durante la bella Canzone que es el núcleo de la composición asi como ejecutar los vertiginosos pasajes que lo pusieron a prueba y de los que emergió indemne.
Le siguió Thomas Carpenter (26) a cargo de una excelente lectura de Schelomo de Ernest Bloch. La Rapsodia Hebraica para cello y orquesta es una obra esencial y popular de la literatura del instrumento y Carpenter se desempeñó como un experimentado solista. Con una orquesta perfectamente ajustada a sus necesidades por Neale que le permitió brillar en las instancias más líricas así como en las más dramáticas, Carpenter exhibió un sonido terso y profundo dando sentido a la encarnación del rey Salomon en su instrumento.
Otra conocida pieza para cello abrió la segunda parte del programa con Hilary Glen (30) interpretando el segundo concierto de “Papá Haydn”. La bella solista mostró su diáfana identificación con el estilo clásico mas allá de instancias donde hubo evidentes problemas de afinación. El cuarto y último fue superó toda expectativa. El violinista sur coreano Ju Hyung Shin (28) abordó el concierto de Sibelius con un aplomo y virtuosismo espectacular, no cabe otro término. Obra que obviamente ama, Shin exhibió autoridad, pasión y una profundidad que no tiene nada que envidiar a solistas de fama internacional.
Ante este refrescante bagaje de talento apasionado y efervescente, cabe la preocupación por el futuro de estos artistas formados, nutridos, perfeccionados por la entidad. La NWS es un eslabón fundamental en la cadena que conforma el engranaje de la cultura, en este caso del porvenir de la música clásica, uno que debe asegurarse a toda costa en el florecimiento y mantenimiento de orquestas que los empleen y en la formación de públicos capaces de apreciarlos y por ende apoyarlos. Es una tarea urgente que emana naturalmente a partir del entendimiento mutuo y que redunda en el beneficio de todos. Para reflexionar y actuar sin perder tiempo.