Esencial von Otter, loa simple y profunda

Anne Sofie von Otter – foto Ewa Marie Rundquist

 

Hace tres años el sello DG editó una caja con once CDs celebrando los sesenta años de la ilustrísima Anne Sofie von Otter; de Bach a Elvis Costello, una recopilación de referencia mostrando el amplísimo repertorio de la inquieta mezzo sueca. Hoy mayormente abocada a recitales y roles de carácter como Madame de Croissy en Diálogos de Carmelitas, la Vieja Dama de Candide, Cornelia en Giulio Cesare, Genevieve en Pelléas, Leocadia Begbick de Mahagonny o Marzellina en Nozze, además ha estrenado la Leonore de El ángel exterminador de Thomas Adés y la protagonista de Sonata de otoño de Sebastian Fagerlund, compuesta para ella.

Pero es en el estudio de grabación donde von Otter suele deleitarse armando programas tan originales como fascinantes que en ocasiones traslada al escenario; para muestra basta recordar las Canciones de Terezin, Douce France y Love Songs con Brad Mehldau.  La cantante reaparece con una sorpresa de corte intimista en un ámbito esplendoroso, un proyecto boutique que señala el regreso a su hogar musical, la iglesia St. Jakobs de Estocolmo donde hizo sus primeras armas como coreuta, donde cantó su primer solo en La Pasión según San Juan de Bach y donde en 1982 debutó en recital junto al pianista Bengt Forsberg desde entonces su acompañante ideal y alma gemela artística. Ambos han regresado para grabar in situ este programa que concibieron a principios de los ochenta. Forsberg cambia piano por el famoso órgano Marcussen de la iglesia en esta exploración de obras en estilos disímiles arregladas para el instrumento que ilumina facetas impensadas en la apreciación de cada una. Es un trabajo diríase familiar ya que su hijo Michael Forsberg participa en los arreglos así como Fabian Fredricksson, hijo de la cantante, los acompaña en guitarra eléctrica.

A Simple Song es nada más y «nada menos» que eso, un manojo de gemas musicales hiladas por una voz y órgano con intervenciones de flauta, violín, viola, cello, arpa y guitarra. Y es aquí donde von Otter vuelve a demostrar una capacidad innata que poquísimas cantantes pueden ostentar, la evocación como rasgo principal de su arte, un talento que tuvieron Régine Crespin y Lorraine Hunt-Lieberson, y que otorga un barniz sutil y nostálgico cuando no memorable a cada obra aunque como en este caso se trate de “simples canciones”.

Coincidente con el centenario Bernstein inicia el recital proclamando el “Sing like you like to sing” de la obra que titula el álbum perteneciente a Mass. En esa loa jubilosa, la repetición Lauda, Lauda, Laude llega como una bienvenida brisa pop. Serenity de Charles Ives y una de las Canciones de Emily Dickinson por Aaron Copland completan el notable trio de compositores americanos. Los solos de la segunda y tercera sinfonía de Mahler, clásicos de la mezzo en versión de concierto, contrastan majestuosidad con austeridad tomando una dimensión inédita en el órgano mientras la voz dibuja el sentimiento. En la misma vena, Traum durch die Dämmerung y Morgen de Richard Strauss, vertidas sin un ápice de sacarina sino con la requerida dulzura esencial. Dos Arvo Pärt evidencian su absoluta identificación con el universo del compositor, la voz casi a capella, conmueve con límpida sencillez tanto en My Heart ’s in the Highlands como en el sublime It Sang Long Years Ago. 

Tres canciones de Messiaen, la soberbia oración a la virgen por la necesitada paz –Priez pour paix– de Poulenc compuesta en 1938 (y que presagia las Carmelites) y el Pie Jesu del Requiem de Maurice Durufle proporcionan una atmósfera litúrgica acorde con el recinto; asimismo el Agnus Dei de Frank Martin engarza en otra letanía exquisita que ilumina la serena línea vocal de la mezzo. Toda una curiosidad el Ave Maria perteneciente al Sposalizio de Liszt (del Segundo año de peregrinaje) que resume el sentimiento de los anteriores. Como inesperado final, Climb Ev’ry Mountain de The Sound of Music aporta una nota de esperanza recibiendo una lectura de ternura e intención estremecedoras.

Otra clase magistral en ese gozo por cantar que los franceses definieron tan bien, en ese «Sing like you like to sing” como personalísimo viaje espiritual, jamas sentimental, que von Otter comparte generosa desde su cuna musical.

*A SIMPLE SONG, VON OTTER, FORSBERG, BIS 2327